La burbuja en la que se encontraban se rompió
automáticamente.
Beatriz le entregó el vaso de chocolate a Juanda y se acercó
lo más rápido que pudo a Alex, quien estaba tratando de descubrir en dónde se
encontraba; al tiempo que Juan Daniel dejaba el vaso encima de la mesita que
estaba junto a la cama y se dirigía a la puerta diciendo:
- Voy a llamar a la enfermera.
Beatriz a duras penas lo escuchó mientras tomaba la mano de
su hijo y con la otra le acariciaba la cabeza, depositando un beso lleno de
amor en su frente.
- Tranquilo mi vida, no te muevas. Estamos en el hospital. ¿Cómo te sientes? – se apresuró a decirle al oído, con la voz más calmada que pudo.
- Mami, me duele la barriga – le contestó el joven ya más orientado.
- Sí mi tesoro, te la golpeaste muy fuerte – le decía mientras sonreía y le llenaba de besos todo el rostro - ¿recuerdas lo que te pasó?
- Recuerdo que estaba terminando el entrenamiento y estábamos haciendo unos pases con Gabriel, cuando sentí como si el balón me perforara el estómago y saliera por mi espalda, después todo se puso negro – contaba Alex mientras su madre seguía acariciando su cabello.
En ese momento ingresaban en la
habitación dos enfermeras junto con la doctora de guardia y le pedían que
esperara un momento afuera, mientras ellas examinaban a su hijo.
Beatriz le dio otro beso en la frente
a su pequeño y salió de la habitación de muy mala gana, no entendía por qué no
podía quedarse ahí mientras examinaban a su hijo.
Ni bien cerraba la puerta de la
habitación se encontró con la mirada de Juanda, quien la observaba sin perder
detalle de sus movimientos. En ese
instante recordó lo que minutos antes estaba pensando en hacer y sus ojos
automáticamente se posaron en su provocativa boca y sintió como el rubor en sus
mejillas empezó a subir. Al verla tan
avergonzada él se acercó a ella lo más
natural posible y le preguntó.
- ¿Cómo está? – mientras la conducía hacia el sillón que se encontraba al final del pasillo, para que tomara asiento.
- Un poco asustado, pero creo que bien – contestó tomando asiento y sintiendo el calor que emana del cuerpo de Juan Daniel, que se sentaba junto a ella, sin poder verle a la cara a aquel bombón, respiró profundo y soltó – muchas gracias – mientras se llenaba de todas sus fuerzas y levantaba su mirada hacia él – por todo.
- No hay nada que agradecer – la tomaba de la mano – es lo menos que puedo hacer por ti – mientras se encontraba con el verde de la mirada de aquella mujer que tantas noches le había quitado el sueño – lo único que quiero es verte feliz.
- Profesor Alcázar…
- Juan Daniel o si prefieres Juanda – la interrumpió mientras mojaba sus labios mirando los de Beatriz.
- Juan Daniel – repitió ella mirando como la lengua de él se paseaba entre sus labios y sentía como la temperatura de su cuerpo aumentaba y su respiración se aceleraba, la estaba provocando – necesito que me digas de dónde nos conocemos, sé que no hemos tomado el café que deseabas pero te he aceptado un chocolate, que a la final es lo mismo – le exigía mientras recordaba todas las noches que había soñado con él sin saber que no era producto de su imaginación sino un recuerdo de su subconsciente.
- De acuerdo, por esta vez te la dejaré pasar, aunque un chocolate nunca se comparará a un café - le guiñaba un ojo y le sonreía – nos hemos visto dos veces en un solo día y es entendible que no lo recuerdes, la primera porque estabas perdida en tus pensamientos y la segunda porque estabas inconsciente.
En ese momento los ojos de Beatriz se
abrieron como platos y todo en su cabeza, de repente, tuvo sentido. Los recuerdos del fin de semana pasaron por
su mente como una película: el auto, la farmacia y la nota. Como un reflejo se tapó la boca para ahogar
una exclamación de asombro. El hombre
que estaba frente a ella y que le despertaba tantas sensaciones era el mismo
que le había dejado la nota aquella noche que creyó ver a Esteban.
- Tú, tú… tú eres Juan Daniel; el mismo Juan Daniel que me mandó a visitar al doctor y…
- Exacto – se apresuró a decir - ¿por qué nunca me llamaste? – de sus labios salió como un rayo la pregunta que tantas noches, acostado en su cama, se había hecho.
- Necesito que me digas qué ocurrió esa noche, ¿hice algo de lo cual deba sentirme avergonzada? – le suplicó con la mirada, tratando de reponerse del shock que descubrir todo esto le había causado.
- Sólo me llamaste mi amor, me besaste y me pediste que te hiciera mía – le decía mientras miraba la reacción que sus palabras causaban en ella.
- ¡Oh Dios mío! – exclamó ella mientras tapaba su cara con las manos y quería que la tierra se abriera y la tragara.
Juan Daniel no pudo aguantar la risa
que peleaba con sus labios por salir de su boca al ver cómo un rojo intenso
llenaba la cara de Beatriz y llegaba
hasta sus orejas.
- No es verdad, tranquila – le decía mientras posaba su mano en la espalda de ella – pero si quieres saber la verdad deberás responder mi pregunta primero.
- ¡Qué chistosito! – se apresuró a contestarle Beatriz mientras le daba un pequeño empujón, pero esta me la pagas bombón, pensó. – De acuerdo – respiró profundo y soltó el aire lentamente – no sabía que había podido haber hecho y no quería ser la burla de nadie, así que la mejor idea que tuve fue no llamar.
- ¿Y no pensaste que la otra persona estaría esperando la llamada, preocupado por ti? – le reprochó.
- No realmente no lo pensé – miraba al suelo y de repente levantó la cabeza y clavó sus ojos en la mirada de Juanda - ¿Estabas esperando mi llamada? ¿Estabas preocupado por mí? – Esa confesión de aquel monumento de hombre le hacía sentirse extraña.
- Por supuesto, sino ¿para qué dejaría una nota? – contestó un poco cabreado por la sinceridad con que Beatriz le respondió – no te imaginas cuántas noches no he podido dormir pensando en ti.
- ¿Me estás tomando el pelo otra vez?, no me gusta que jueguen conmigo – dijo ella poniéndose a la defensiva.
- Nunca he hablado tan en serio en toda mi vida – le dijo mientras con la mano libre le acariciaba el rostro y se acercaba lentamente hasta su boca.
Beatriz sólo cerró sus ojos, deseaba
tanto lo que estaba a punto de pasar que quería sentirlo con todos sus sentidos. Cuando sintió el roce de los labios de
Juanda, escuchó la voz de una mujer que decía:
- Sra. Vinueza
Se separaron con el mal sabor de boca
de no haber podido saciar sus deseos por tercera vez, mientras Beatriz se
levantaba del sillón.
- Sí, yo soy.
- Ya puede entrar – le dijo la enfermera mientras pasaba su mirada entre ella y Juan Daniel y sonreía cómplice de lo que había visto.
- ¿Cómo está mi hijo? – preguntó.
- Perfectamente, la doctora acaba de firmar el alta para que se lo lleve mañana a primera hora – la enfermera le sonrió y se dio la vuelta para dirigirse a la estación de enfermería.
Juan Daniel se levantó detrás de
Beatriz y antes que entrara en la habitación la tomó de la mano.
- Creo que yo me voy – su mirada se alternaba entre sus ojos y esa boca que deseaba tanto – me alegro de que todo no haya pasado de un gran susto.
- De nuevo muchas gracias, Juan Daniel no sé si hubiera podido soportar esto estando sola.
- No tienes que agradecerme, desde hoy puedes contar conmigo para todo lo que desees – la miró directamente a los ojos y reiteró – todo.
- Lo tomaré en cuenta – le dijo ella con una sonrisa pícara.
- ¿Nos vemos mañana en el concierto? – le preguntó, aunque ya sabía su respuesta.
- Por supuesto, a las ocho de la noche estaremos ahí – contestó – aunque creo que Sasha debe estar antes.
- Sí ella debe ir a las seis para el último ensayo.
- Entonces hasta mañana - se acercó hasta su mejilla para despedirse.
- Hasta mañana, estaré contando las horas para volver a vernos – le susurró al oído mientras depositaba un beso lleno de deseo en su mejilla y se dio la vuelta para dirigirse al ascensor.
Beatriz vio como Juanda se alejaba,
con la mano en el pomo de la puerta de la habitación de su hijo.
¿Cómo un hombre como él, que podía
tener a cuanta mujer quisiera, no había podido dormir por pensar en ella?
¿Sería verdad todo lo que dijo o sólo
era una estrategia para seducirla?
Como sea, realmente no le importaba
ser seducida por él.
Las sensaciones que ese hombre
despertaba en su cuerpo, cuando estaba junto a ella, eran tan fuertes y
diferentes a todo lo que alguna vez había sentido, ni siquiera con Esteban se había sentido tan
segura y protegida.
Entró en la habitación de Alex y
comprobó que dormía profundamente, se sentó en el sillón que estaba en la
esquina de la habitación mientras lo
contemplaba. De repente un pensamiento asaltó su
mente:
¿Si hubiera sido algo más grave, y si
hubiera sido necesaria una transfusión de sangre o algo por el estilo? ¿Qué
habría hecho?
Nadie podía enterarse del gran
secreto que guardaba su corazón. Había
jurado nunca decírselo a nadie y pensaba guardar ese juramento hasta la muerte.
***
A la mañana siguiente, Alex se
despertó como si nada le hubiera pasado.
A más de un leve dolor en los músculos del estómago y un pequeño moretón,
no había ninguna otra señal del gran susto que habían vivido la noche anterior.
Después de hacer el papeleo para
poder salir de la clínica, se fueron al departamento, donde los esperaba Saha y
Tita con carteles de bienvenida y un delicioso desayuno. Todos desayunaron muy a gusto, Tita siempre
sabía cómo ponerlos contentos con las exquisiteces que preparaba.
Terminaron de comer y cada uno se fue
a su respectiva habitación; Alex a hacer sus deberes para la siguiente semana,
Beatriz a descansar después de una noche de perros y Sasha a ultimar los
detalles de lo que iba a usar para el concierto.
A las ocho menos cuarto, llegaba
Beatriz de la mano de Alex al auditorio principal del Conservatorio Nacional de
Música y buscaban un lugar estratégico para disfrutar del concierto. Una vez que estuvieron ubicados, ella empezó
a leer el programa que le habían dado en la entrada. Contuvo la respiración al ver el nombre de la
persona que le había quitado el sueño, como protagonista del número de
apertura, con la interpretación de la canción Déjame de Piso 21.
No entendía por qué se sentía tan
nerviosa al solo ver su nombre en un papel, ya no era una muchachita para
ponerse de esa manera, pero no lo podía evitar.
Tras bastidores, Juan Daniel seguía
con la mirada el avance de la mujer de su vida y observaba cómo tomaba asiento
en la segunda fila mientras esperaba que empezara el concierto.
A los pocos minutos las luces del
auditorio se apagaron y se escuchó una voz en off que les daba la bienvenida al
DÉCIMO QUINTO CONCIERTO ESTUDIANTIL y
anunciaba al invitado especial de la noche.
Se abría el telón y en el centro del escenario estaba él con un pantalón
negro de tela, que revelaba el perfecto trasero, las piernas fuertes y ni
hablar de la buena dotación de su equipo viril.
La camisa blanca arremangada hasta los codos y abierta de manera casual
mostrando un pequeño dije de madera y parte de su pecho, dejaba a la
imaginación el magnífico torso que debía poseer y que la prenda insinuaba. La cereza de tan delicioso pastel era la chaqueta, que hacía que sus hombros se
vieran tan fuertes y formaban un triángulo invertido en conjunto con su angosta
cintura.
El simple hecho de sólo verlo parado
allí, había hecho que Beatriz contuviera la respiración, sintiendo que los dos
eran los únicos en el gran auditorio e imaginando cómo sería tenerlo sin tanta
ropa.
Cuando empezaron los acordes de la
canción y él clavó la mirada directamente en los ojos de ella, sintió como su
corazón se empezaba a acelerar y con cada frase que su adonis cantaba mirándola
fijamente sentía como su entrepierna latía y se empezaba a humedecer. Esa canción era una declaración directa ante
más de cien personas.
Cuando Juanda terminó su
interpretación y se fue hacia los camerinos, sentía que no iba a poder
controlar más las ganas que lo invadieron cuando la vió desde el escenario, de
bajar y comérsela a besos.
Beatriz estaba perdida en las
sensaciones que la voz de Juanda había dejado en su cuerpo, cuando sintió que
alguien tocaba su mano y escuchó una voz ronca que la saludaba, sacándola del
estado de estupor en el que se encontraba.
- Beatriz, que hermosa coincidencia. – Mario la había visto mientras era acompañado por uno de los acomodadores hacia los asientos de la primera fila, destinados a los invitados especiales y no iba a perder la oportunidad de estar junto a ella, más aún si el lugar a su lado estaba libre.
- ¡Mario! Esto sí que es una sorpresa. ¿Cómo así está por aquí? - este encuentro inesperado la había tomado desprevenida, nunca se hubiera imaginado encontrarse en un lugar así con el “Hombre de Hielo”, apenas terminó de hablar se dio cuenta que su reacción podía ser tomada a mal por su cliente y se sintió totalmente desorientada.
- Sí que lo es, pero una sorpresa muy buena – contestó Mario mientras se acercaba y le daba un beso en la mejilla. – Soy uno de los benefactores del conservatorio, cada año me invitan a este evento y trato de asistir siempre.
- Mira que el mundo si es pequeño – exclamó Beatriz, y se dio cuenta que su hijo los miraba con cara de pocos amigos – Alex, te presento al Sr. Mario Wright, Mario mi hijo Alex.
- Mucho gusto jovencito – estiraba la mano para estrechar la del muchacho en señal de saludo.
- Mucho gusto – tomó la mano de Mario de muy mala gana, mientras veía a su madre.
- Y ustedes ¿qué hacen por aquí? – se apresuró a preguntar a Beatriz.
- Mi hija, Sasha, va a participar en el concierto y venimos a apoyarla.
- Que interesante – era la oportunidad perfecta para conocer a los hijos de la mujer que se estaba robando su corazón.
Mientras el concierto se
desarrollaba, Beatriz conversaba con
Mario y sentía que alguien la observaba, esto la estaba poniendo muy incómoda. Así que optó por buscar entre los presentes
la mirada que tan insistentemente le estaba perturbando. De repente, al levantar la vista a la platea
pudo verlo.
Esteban estaba ahí, mirándola como si
quisiera incinerar a quien la acompañaba.
De pronto él se levantó y empezó a bajar las escaleras. Un vacío se instaló en el estómago de
Beatriz, no podía creer que pudiera acercarse a ellos y menos teniendo a Alex a
su lado, pero ya no conocía al hombre que estaba mirando y no sabía de qué
podía ser capaz. Así que rápidamente
decidió levantarse e ir a su encuentro con
la excusa de ir al baño. Para
Mario, el nerviosismo de Beatriz no pasó desapercibido, pero dejó que se fuera
no sin estar pendiente de ella.
Beatriz pasó junto a Esteban y se
dirigió hacia los baños mientras él la seguía de cerca. Antes de llegar a la puerta respiró profundo,
se llenó de valentía y giró para encontrarse con la mirada penetrante del que
había sido su más grande amor.
- ¿Qué demonios crees que haces aquí? – hablaba apretando los dientes, tratando de contenerse, porque sabía que no podía gritar en aquel lugar.
- ¿Qué estás haciendo tú con ese vejete en el concierto de Sasha? – sus ojos estaban inyectados de sangre y respiraba con dificultad, los celos le estaban nublando la mente. Su voz retumbó en el gran pasillo, a él no le importaba en dónde se encontraba, sólo sabía que ella era suya y que nadie siquiera la debía tocar.
Al ver la actitud de Esteban, Beatriz
lo empujó hacia el baño de mujeres para que no llamara la atención, lo que
menos quería es que se dieran cuenta de su presencia, mucho menos sus
hijos. Entró al baño y la indignación
hacía que todo su cuerpo temblara.
- ¿Qué parte de que puedo hacer con mi vida lo que me dé la gana no entiendes? – no pensaba darle ningún tipo de explicación, aunque el encuentro con Mario había sido casualidad.
- Nadie, escúchame bien, nadie puede tocarte – se lo decía mientras la tomaba, con fuerza, por los brazos y la atraía hacia él.
- Me estás haciendo daño – en ese momento Beatriz se dio cuenta que, haberse metido al baño no había sido la mejor idea y el temor se instaló en su garganta, haciendo que su voz temblara y su palabras sonaran como una súplica, mientras trataba de soltarse del agarre.
- Tú eres solo mía y siempre será así – cada vez la apretaba más fuerte y el sentimiento de rabia que tenía fue dando paso al deseo, al sentir el cuerpo de su mujer tan cerca suyo – tú me perteneces.
- ¡Estás loco! – le gritó, sintiendo como el miedo ya no solo estab instalado en su garganta sino que se había apoderado de todo su cuerpo y hacía que éste temblara. Mientras veía cómo los ojos de Esteban se desorbitaban y se tornaban más negros que nunca. Entonces supo que estaba perdida, estaba a la merced de lo que él le quisiera hacer, no podría defenderse de lo que estaba por pasar y se temía lo peor.
Esteban al verla tan altiva, quiso
convencerla de sus palabras y asaltó su
boca con ferocidad, tratando de que le permitiera ingresar la lengua en su
interior. Al no conseguirlo y sentir el
rechazo de Beatriz, agarró con sus dientes el labio inferior de ella hasta
sentir como se clavaban en él y estaban a punto de desgarrarlo.
Beatriz no pudo soportar más y abrió
la boca, soltando un gemido de dolor, momento que él aprovechó para introducir
su lengua e invadir cada rincón de la boca de su gran obsesión. Ella no podía hacer nada para detenerlo, la
tenía tan fuertemente apretada a él que la había inmovilizado. Ante la impotencia del momento, las lágrimas
empezaron a deslizarse por el borde de sus ojos, mientras sentía que, si había
quedado aunque sea una pizca del amor, que había sentido por aquel hombre, él
se estaba encargando de matarlo en ese instante.
Cuando se sintió saciado, le acarició
la mejilla empapada de lágrimas, con el pulgar al tiempo que le decía:
- Princesa, no luches más contra lo inevitable ¿no te das cuenta que igual vas a terminar volviendo a mí?
Al escuchar esas palabras, Beatriz no
pudo soportarlo más y en un impulso de ira, levantó la mano y le propinó una
sonora bofetada en la mejilla a Esteban y salió corriendo a esconderse en el
cubículo más cercano, encerrándose segundos antes que Esteban golpee la puerta
con la palma abierta, al tiempo que decía:
- Esto no se va a quedar así, Beatriz, vas a pagar caro tu osadía - golpeó nuevamente la puerta del cubículo y el sonido hizo saltar a Beatriz, quien pensaba que en cualquier momento forzaría el pequeño picaporte que la sostenía y la arrastraría fuera de él.
Pues tendrá que hacerlo, porque no
pienso salir de aquí hasta sentirme segura y con él nunca lo volveré estar – pensó.
- ¡MIERDA! – gritó Esteban que, como si leyera la mente de Beatriz, supo que quedándose ya no conseguiría nada, así que decidió irse, no sin antes recordarle a Beatriz el poder que él tenía – puedes huir pero no ocultarte, princesa, siempre estaré un paso delante de ti, siempre sabré dónde estás – y salió del baño y del auditorio. Ese beso le había alborotado las hormonas y debía saciarlas con alguien, recordó al nuevo personal del Éxtasis así que decidió ir a ver cuál le apetecía.
Beatriz no podía parar de temblar, al
escuchar la puerta del baño cerrarse todo su cuerpo perdió la poca entereza que
le quedaba y lentamente fue cayendo con la espalda pegada a la pared, hasta
quedar sentada en el suelo con las piernas recogidas, se abrazó a ellas y
hundió la cara entre sus rodillas. De
pronto recordó la sensación de la lengua de Esteban dentro de su boca y las
arcadas no tardaron en llegar, pero no pudo expulsar nada porque su estómago
estaba vacío. Las lágrimas no paraban de
salir, y sentía que su pecho se empezaba a cerrar, estaba empezando a tener
otro ataque de pánico. Poco a poco
sentía que cada vez le faltaba más el aire y cuando estaba a punto de dejarse
llevar por la inconsciencia, escuchó a lo lejos la voz de Mario que la llamaba
y tocaba a la puerta.
- Beatriz, Beatriz ¿te encuentras bien? – podía escucharla llorar detrás de la puerta del cubículo y lo único que quería era poder consolarla – abre la puerta por favor, Beatriz, ¿me escuchas? – estaba empezando a desesperarse y pensó en la posibilidad de forzar el cerrojo para poder llegar a su querida Beatriz.
Cuando, no podía más con la
incertidumbre y estaba punto de hacerlo, la puerta se abrió y pareció una
Beatriz con la cara roja y los ojos hinchados de tanto llorar. La miró
y ese hielo que tanto tiempo había ocupado su corazón se derritió al
verla tan indefensa. La cubrió con sus
fuertes brazos mientras ella hundía el rostro en su pecho y se aferraba a él
como un naufrago a un salvavidas, y empezó a llorar liberando toda la tensión
que había acumulado minutos antes.
- Tranquila pequeña – le decía Mario mientras con una mano la sostenía por la espalda y con la otra acariciaba su larga cabellera – ya estoy aquí, no permitiré que nadie te haga daño.
Beatriz levantó la mirada y se
encontró con esos ojos celestes como el hielo, llenos de una ternura
indescifrable. Se sentía violada,
ultrajada, quería borrar el sabor amargo de los besos de Esteban. Sin pensarlo se acercó a los labios de Mario
y le dio un beso impregnado de desesperación, esperando que estos nuevos labios
borraran el dolor que los anteriores le habían causado.
Mario se sorprendió ante el accionar
de Beatriz, pero no iba a desaprovechar la oportunidad de poder saborear esos
labios que tanto había deseado.
Correspondió el beso con ternura y pasión, quería que ella supiera, a
través de sus labios, cuan importante era en su vida y cuanto significaba que ella
hubiera tomado la iniciativa al besarlo.
De repente Beatriz fue totalmente
consciente de lo que estaba haciendo y
lentamente se alejó del hombre que la tenía abrazada brindándole su protección.
- Lo siento Mario, no sé que me pasó – se apresuró a disculparse.
- Tranquila, no me des explicaciones. Ya hablaremos de esto en otro momento – replicó mientras la miraba perdido en sus ojos aceitunados – Ahora, es mejor que nos demos prisa, creo que está cerca el turno de tu hija, además no queremos que Alex se preocupe.
Beatriz afirmó con la cabeza, se
refrescó el rostro y trató de arreglarse lo mejor posible, lo último que quería
era que su hijo se diera cuenta de que había llorado y empezara a hacer
preguntas.
La interpretación de Sasha fue
espectacular, tanto que Beatriz no pudo esperar hasta que ella saliera para
felicitarla, sino que apenas terminó el concierto se levantó y fue a buscarlas a
los camerinos. Preguntaba a todas las
personas con las que se encontraba por su hija, pero nadie sabía dónde estaba;
así que optó por buscarla en cada uno de los camerinos.
Cuando estaba a punto de darse por
vencida, abrió la puerta del camerino que estaba al final del pasillo y se
encontró con la visión más espectacular que sus ojos podrían ver. Ahí en la mitad de la habitación estaba su
adonis con los pantalones negros que había usado en su presentación, de cerca se
podía admirar mucho mejor lo bien que lucía con ellos. Al subir la mirada, pudo deleitarse con su
hermoso torso que parecía tallado en piedra,
esa boca que la estaba volviendo loca y por último terminó su sensual recorrido en los
hermosos ojos color chocolate del amante de sus sueños.
Se quedaron mirando fijamente, la
contemplación con que Juanda la
observaba hizo que Beatriz bajara su mirada.
Él aprovechó su reacción para acortar la distancia que los separaba para
encontrarse con esos labios carnosos que tanto había anhelado besar y sentir su
sabor.
Cuando la tuvo a pocos centímetros de
él, pudo percibir el delicioso aroma que desprendía de su piel, la tomó entre
sus brazos mientras se cerraba la puerta y la llevaba hacia el interior del
camerino. Estaban perdidos el uno en los
ojos del otro. Sin poder contenerse más
Juanda la besó con tal pasión, delirio y frenesí que Beatriz solo pudo dejarse
llevar. Era arcilla entre sus manos. Recorrió sus manos por el cuello de su sueño hecho realidad y las enredó
en su cabello, mientras él pasaba las manos por su cintura y la aferraba hacia
su cuerpo y la dirigía hacia el mostrador, donde ella quedó apoyada sobre sus
caderas y de espaldas al espejo.
El sabor de los labios de Beatriz era
tan dulce que lo inundaba todo, dentro de sí, sus manos empezaron un viaje de
subida y bajada por los muslos de la hermosa mujer que tenía entre sus brazos. Las manos de Juan Daniel quemaban tanto sobre
la fina tela de su vestido que Beatriz ya no podía pensar en nada, lo único que
salía de su boca eran pequeños gemidos que se iban incrementando a medida que
él aumentaba la fuerza de sus caricias.
Poco a poco se sintió más osado y se atrevió a subir la falda del
vestido de Beatriz hasta sentir el borde de su ropa interior y fue bajando
hasta llegar al centro de su intimidad.
No podían para de besarse, se necesitaban mutuamente como si solo pudieran
respirar el aliento uno del otro y cada vez sus besos se hacían cada vez más intensos.
Juanda quería impregnarse del sabor
de su piel, quería llenarse de ella.
Abandonó su boca y Beatriz le reclamó su abandono con un gemido de
protesta, para bajar por su cuello hasta sus pechos mientras los liberaba del
vestido y el sujetador para besarlos y acariciarlos con una veneración que hizo
a Beatriz gemir más fuerte. Con su
lengua, sus labios y la punta de sus dedos torturaba sus pezones ya duros de
placer, hasta que logró el objetivo más anhelado por él, sentir cómo ella
explotaba entre sus brazos con un gemido profundo, éxtasis que ella no supo
distinguir totalmente por la desesperación del momento.
Estaban sumidos en su mundo de pasión,
cuando escucharon una voz muy conocida por ellos.
- ¿Profesor Juan Daniel, se encuentra ahí? – Preguntaba Sasha a través de la puerta, mientras le daba pequeños golpecitos.
Huy que capitulo mas genial!!!
ResponderBorrarEsperado a milllll!!
Primero Puedo Matar a Esteban?
no besaria a Mario me queda muy mayor!!
Y bueno puedo hacer de todo con Juan Daniel Por faaaaaaaa di que siiiiiis!!!!
Un besote mi Sonia sigueee!!!
TQM
Mi Meli:
BorrarGracias por la espera, puedes hacer lo que tu quieras con los dos, pero Juanda es mío.
Claro que seguiré, lento pero seguro.
Un besito.
Como se te ocurre hacerme esto como se te ocurre dejarme así a medias con este capitulo eres una malvada ya quiero saber que paso dios te pasas mami ese capitulo esta buenisimo me encanto fue mas de lo que pude imaginar Juanda esta para comercelo poco a poco lamerlo completamente y empacharse si es necesario excelente cap te quiero éxitos besitos....
ResponderBorrarHija de mi corazón:
BorrarEs que lo que se viene es demasiado fuerte para ponerlo todo junto..... Se merece su propio capítulo.
Concuerdo contigo sobre Juanda es un papasito en toda la extensión de la palabra.
Pronto sabremos que artes domina a más de la música.
Un besito.
no mija si esta es tu manera de volver hasme esperar todo lo que quieras
ResponderBorrartremendo capitulo tantas emociones y mi sasha omg y ellos en esas jsja
jajjajaja esteban un perro ,mario buena persona pero se merece algo distinto
y juanda me encanta como reaccionan el uno con el otro besos amiga
Mi Rosa:
BorrarMuchas gracias por tu espera y fidelidad, no sé que hiciera sin ustedes.
Recién empezamos a ver las chispas que salen cuando Bea y Juanda se encuentran, será que podremos ver el fuego arder entre ellos???
Un besito.
hola mi niña
ResponderBorrar,un capítulo fuerte ,con mucho sentimiento ,odio a ESTEBAN, su verdadera personalidad a salido a la superficie .
es capaz de agredir, a su propia mujer con tal de salirse con la suya
ella lo tiene que seestar pasando fatal,
demasiados secretos tiene ,tarde o temprano saldrán a la luz
te superas ,cada vez más
Mi Rosiiiii:
BorrarMuchas gracias, ustedes son el motor para continuar, a pesar de todas las dificultades que han surgido.
Esteban no es el único que tiene secretos....
Quién más los tendrá?
Un besito.
Por Dios!!! Sonia, me acabas de matar con este capitulo.Que Calor!!! Que secretos Beatriz oculta? Mmmm!
ResponderBorrarMe ha encantado el capitulo y espero por mas. Espero leer pronto otro capitulo, no te tardes!
Dama, me alegra que te hay gustado. Todos guardamos secretos que tarde o temprano salen a la luz.
ResponderBorrarUn besito,