martes, 10 de junio de 2014

Capítulo 18: Déjame

La burbuja en la que se encontraban se rompió automáticamente.

Beatriz le entregó el vaso de chocolate a Juanda y se acercó lo más rápido que pudo a Alex, quien estaba tratando de descubrir en dónde se encontraba; al tiempo que Juan Daniel dejaba el vaso encima de la mesita que estaba junto a la cama y se dirigía a la puerta diciendo:

  •             Voy a llamar a la enfermera.


Beatriz a duras penas lo escuchó mientras tomaba la mano de su hijo y con la otra le acariciaba la cabeza, depositando un beso lleno de amor en su frente.

  • Tranquilo mi vida, no te muevas.  Estamos en el hospital.  ¿Cómo te sientes? – se apresuró a decirle al oído, con la voz más calmada que pudo.        


  • Mami, me duele la barriga – le contestó el joven ya más orientado.

  • Sí mi tesoro, te la golpeaste muy fuerte – le decía mientras sonreía y le llenaba de besos todo el rostro - ¿recuerdas lo que te pasó?

  •  Recuerdo que estaba terminando el entrenamiento y estábamos haciendo unos pases con Gabriel, cuando sentí como si el balón me perforara el estómago y saliera por mi espalda, después todo se puso negro – contaba Alex mientras su madre seguía acariciando su cabello.


En ese momento ingresaban en la habitación dos enfermeras junto con la doctora de guardia y le pedían que esperara un momento afuera, mientras ellas examinaban a su hijo.

Beatriz le dio otro beso en la frente a su pequeño y salió de la habitación de muy mala gana, no entendía por qué no podía quedarse ahí mientras examinaban a su hijo.




Ni bien cerraba la puerta de la habitación se encontró con la mirada de Juanda, quien la observaba sin perder detalle de sus movimientos.  En ese instante recordó lo que minutos antes estaba pensando en hacer y sus ojos automáticamente se posaron en su provocativa boca y sintió como el rubor en sus mejillas empezó a subir.  Al verla tan avergonzada él se acercó a ella  lo más natural posible y le preguntó.


  • ¿Cómo está? – mientras la conducía hacia el sillón que se encontraba al final del pasillo, para que tomara asiento.


  • Un poco asustado, pero creo que bien – contestó tomando asiento y sintiendo el calor que emana del cuerpo de Juan Daniel, que se sentaba junto a ella, sin poder verle a la cara a aquel bombón, respiró profundo y soltó – muchas gracias – mientras se llenaba de todas sus fuerzas y levantaba su mirada hacia él – por todo.


  • No hay nada que agradecer – la tomaba de la mano – es lo menos que puedo hacer por ti – mientras se encontraba con el verde de la mirada de aquella mujer que tantas noches le había quitado el sueño – lo único que quiero es verte feliz.


  • Profesor Alcázar…


  • Juan Daniel o si prefieres Juanda – la interrumpió mientras mojaba sus labios mirando los de Beatriz.


  • Juan Daniel – repitió ella  mirando como la lengua de él se paseaba entre sus labios  y sentía como la temperatura de su cuerpo aumentaba y su respiración se aceleraba, la estaba provocando – necesito que me digas de dónde nos conocemos, sé que no hemos tomado el café que deseabas pero te he aceptado un chocolate, que a la final es lo mismo – le exigía mientras recordaba todas las noches que había soñado con él sin saber que no era producto de su imaginación sino un recuerdo de su subconsciente. 


  • De acuerdo, por esta vez te la dejaré pasar, aunque un chocolate nunca se comparará a un café  - le guiñaba un ojo y le sonreía – nos hemos visto dos veces en un solo día y es entendible que no lo recuerdes, la primera porque estabas perdida en tus pensamientos y la segunda porque estabas inconsciente.



En ese momento los ojos de Beatriz se abrieron como platos y todo en su cabeza, de repente, tuvo sentido.  Los recuerdos del fin de semana pasaron por su mente como una película: el auto, la farmacia y la nota.  Como un reflejo se tapó la boca para ahogar una exclamación de asombro.  El hombre que estaba frente a ella y que le despertaba tantas sensaciones era el mismo que le había dejado la nota aquella noche que creyó ver a  Esteban.


  • Tú, tú… tú eres Juan Daniel; el mismo Juan Daniel que me mandó a visitar al doctor y…


  • Exacto – se apresuró a decir - ¿por qué nunca me llamaste? – de sus labios salió como un rayo la pregunta que tantas noches, acostado en su cama, se había hecho.


  • Necesito que me digas qué ocurrió esa noche, ¿hice algo de lo cual deba sentirme avergonzada? – le suplicó con la mirada, tratando de reponerse del shock que descubrir todo esto le había causado.


  • Sólo me llamaste mi amor, me  besaste y me pediste que te hiciera mía – le decía mientras miraba la reacción que sus palabras causaban en ella.


  • ¡Oh Dios mío! – exclamó ella mientras tapaba su cara con las manos y quería que la tierra se abriera y  la tragara.


Juan Daniel no pudo aguantar la risa que peleaba con sus labios por salir de su boca al ver cómo un rojo intenso llenaba la cara de Beatriz  y llegaba hasta sus orejas.


  • No es verdad, tranquila – le decía mientras posaba su mano en la espalda de ella – pero si quieres saber la verdad deberás responder mi pregunta primero.


  • ¡Qué chistosito! – se apresuró a contestarle Beatriz mientras le daba un pequeño empujón, pero esta me la pagas bombón, pensó.  – De acuerdo – respiró profundo y soltó el aire lentamente – no sabía que había podido haber hecho y no quería ser la burla de nadie,  así que la mejor idea que tuve fue no llamar.


  • ¿Y no pensaste que la otra persona estaría esperando la llamada, preocupado por ti? – le reprochó.


  • No realmente no lo pensé – miraba al suelo y de repente levantó la cabeza y clavó sus ojos en la mirada de Juanda - ¿Estabas esperando mi llamada? ¿Estabas preocupado por mí? – Esa confesión de aquel monumento de hombre le hacía sentirse extraña.


  • Por supuesto, sino ¿para qué dejaría una nota? – contestó un poco cabreado por la sinceridad con que Beatriz le respondió – no te imaginas cuántas noches no he podido dormir  pensando en ti.


  • ¿Me estás tomando el pelo otra vez?, no me gusta que jueguen conmigo – dijo ella poniéndose a la defensiva.


  • Nunca he hablado tan en serio en toda mi vida – le dijo mientras con la mano libre le acariciaba el rostro y se acercaba lentamente hasta su boca.


Beatriz sólo cerró sus ojos, deseaba tanto lo que estaba a punto de pasar que quería sentirlo con todos sus sentidos.  Cuando sintió el roce de los labios de Juanda, escuchó la voz de una mujer que decía:


  • Sra. Vinueza


Se separaron con el mal sabor de boca de no haber podido saciar sus deseos por tercera vez, mientras Beatriz se levantaba del sillón.

  • Sí, yo soy.


  • Ya puede entrar – le dijo la enfermera mientras pasaba su mirada entre ella y Juan Daniel y sonreía cómplice de lo que había visto.


  • ¿Cómo está mi hijo? – preguntó.


  • Perfectamente, la doctora acaba de firmar el alta para que se lo lleve mañana a primera hora – la enfermera le sonrió y se dio la vuelta para dirigirse a la estación de enfermería.


Juan Daniel se levantó detrás de Beatriz y antes que entrara en la habitación la tomó de la mano.

  • Creo que yo me voy – su mirada se alternaba entre sus ojos y esa boca que deseaba tanto – me alegro de que todo no haya pasado de un gran susto.


  • De nuevo muchas gracias, Juan Daniel no sé si hubiera podido soportar esto estando sola.


  • No tienes que agradecerme, desde hoy puedes contar conmigo para todo lo que desees – la miró directamente a los ojos y reiteró – todo.


  • Lo tomaré en cuenta – le dijo ella con una sonrisa pícara.


  • ¿Nos vemos mañana en el concierto? – le preguntó, aunque ya sabía su respuesta.


  • Por supuesto, a las ocho de la noche estaremos ahí – contestó – aunque creo que Sasha debe estar antes.


  • Sí ella debe ir a las seis para el último ensayo.


  • Entonces hasta mañana  - se acercó hasta su mejilla para despedirse.


  • Hasta mañana, estaré contando las horas para volver a vernos – le susurró al oído mientras depositaba un beso lleno de deseo en su mejilla y se dio la vuelta para dirigirse al ascensor.


Beatriz vio como Juanda se alejaba, con la mano en el pomo de la puerta de la habitación de su hijo.

¿Cómo un hombre como él, que podía tener a cuanta mujer quisiera, no había podido dormir por pensar en ella?
¿Sería verdad todo lo que dijo o sólo era una estrategia para seducirla?
Como sea, realmente no le importaba ser seducida por él.


Las sensaciones que ese hombre despertaba en su cuerpo, cuando estaba junto a ella, eran tan fuertes y diferentes a todo lo que alguna vez había sentido, ni siquiera con Esteban se había sentido tan segura y protegida.

Entró en la habitación de Alex y comprobó que dormía profundamente, se sentó en el sillón que estaba en la esquina de la habitación  mientras lo contemplaba.   De repente un pensamiento asaltó su mente:


¿Si hubiera sido algo más grave, y si hubiera sido necesaria una transfusión de sangre o algo por el estilo? ¿Qué habría hecho?
Nadie podía enterarse del gran secreto que guardaba su corazón.  Había jurado nunca decírselo a nadie y pensaba guardar ese juramento hasta la muerte.



***

A la mañana siguiente, Alex se despertó como si nada le hubiera pasado.  A más de un leve dolor en los músculos del estómago y un pequeño moretón, no había ninguna otra señal del gran susto que habían vivido la noche anterior.

Después de hacer el papeleo para poder salir de la clínica, se fueron al departamento, donde los esperaba Saha y Tita con carteles de bienvenida y un delicioso desayuno.  Todos desayunaron muy a gusto, Tita siempre sabía cómo ponerlos contentos con las exquisiteces que preparaba. 

Terminaron de comer y cada uno se fue a su respectiva habitación; Alex a hacer sus deberes para la siguiente semana, Beatriz a descansar después de una noche de perros y Sasha a ultimar los detalles de lo que iba a usar para el concierto.



A las ocho menos cuarto, llegaba Beatriz de la mano de Alex al auditorio principal del Conservatorio Nacional de Música y buscaban un lugar estratégico para disfrutar del concierto.  Una vez que estuvieron ubicados, ella empezó a leer el programa que le habían dado en la entrada.  Contuvo la respiración al ver el nombre de la persona que le había quitado el sueño, como protagonista del número de apertura, con la interpretación de la canción Déjame de Piso 21.

No entendía por qué se sentía tan nerviosa al solo ver su nombre en un papel, ya no era una muchachita para ponerse de esa manera, pero no lo podía evitar.

Tras bastidores, Juan Daniel seguía con la mirada el avance de la mujer de su vida y observaba cómo tomaba asiento en la segunda fila mientras esperaba que empezara el concierto.

A los pocos minutos las luces del auditorio se apagaron y se escuchó una voz en off que les daba la bienvenida al DÉCIMO QUINTO CONCIERTO ESTUDIANTIL   y anunciaba al invitado especial de la noche.  Se abría el telón y en el centro del escenario estaba él con un pantalón negro de tela, que revelaba el perfecto trasero, las piernas fuertes y ni hablar de la buena dotación de su equipo viril.  La camisa blanca arremangada hasta los codos y abierta de manera casual mostrando un pequeño dije de madera y parte de su pecho, dejaba a la imaginación el magnífico torso que debía poseer y que la prenda insinuaba.  La cereza de tan delicioso pastel  era la chaqueta, que hacía que sus hombros se vieran tan fuertes y formaban un triángulo invertido en conjunto con su angosta cintura.





El simple hecho de sólo verlo parado allí, había hecho que Beatriz contuviera la respiración, sintiendo que los dos eran los únicos en el gran auditorio e imaginando cómo sería tenerlo sin tanta ropa.

Cuando empezaron los acordes de la canción y él clavó la mirada directamente en los ojos de ella, sintió como su corazón se empezaba a acelerar y con cada frase que su adonis cantaba mirándola fijamente sentía como su entrepierna latía y se empezaba a humedecer.  Esa canción era una declaración directa ante más de cien personas.

Cuando Juanda terminó su interpretación y se fue hacia los camerinos, sentía que no iba a poder controlar más las ganas que lo invadieron cuando la vió desde el escenario, de bajar y comérsela a besos.

Beatriz estaba perdida en las sensaciones que la voz de Juanda había dejado en su cuerpo, cuando sintió que alguien tocaba su mano y escuchó una voz ronca que la saludaba, sacándola del estado de estupor en el que se encontraba.


  • Beatriz, que hermosa coincidencia. – Mario la había visto mientras era acompañado por uno de los acomodadores hacia los asientos de la primera fila, destinados a los invitados especiales y no iba a perder la oportunidad de estar junto a ella, más aún si el lugar a su lado estaba libre.


  • ¡Mario!  Esto sí que es una sorpresa. ¿Cómo así está por aquí? - este encuentro inesperado la había tomado desprevenida, nunca se hubiera imaginado encontrarse en un lugar así con el “Hombre de Hielo”, apenas terminó de hablar se dio cuenta que su reacción podía ser tomada a mal por su cliente y se sintió totalmente desorientada.


  • Sí que lo es, pero una sorpresa muy buena – contestó Mario mientras se acercaba y le daba un beso en la mejilla. – Soy uno de los benefactores del conservatorio, cada año me invitan a este evento y trato de asistir siempre.


  • Mira que el mundo si es pequeño – exclamó Beatriz, y se dio cuenta que su hijo los miraba con cara de pocos amigos – Alex, te presento al Sr. Mario Wright, Mario mi hijo Alex.


  • Mucho gusto jovencito –  estiraba la mano para estrechar la del muchacho en señal de saludo.


  • Mucho gusto – tomó la mano de Mario de muy mala gana, mientras veía a su madre.


  • Y ustedes ¿qué hacen por aquí? – se apresuró a preguntar a Beatriz.


  • Mi hija, Sasha, va a participar en el concierto y venimos a apoyarla.


  • Que interesante – era la oportunidad perfecta para conocer a los hijos de la mujer que se estaba robando su corazón.




Mientras el concierto se desarrollaba,  Beatriz conversaba con Mario y sentía que alguien la observaba, esto la estaba poniendo muy incómoda.  Así que optó por buscar entre los presentes la mirada que tan insistentemente le estaba perturbando.  De repente, al levantar la vista a la platea pudo verlo. 

Esteban estaba ahí, mirándola como si quisiera incinerar a quien la acompañaba.  De pronto él se levantó y empezó a bajar las escaleras.  Un vacío se instaló en el estómago de Beatriz, no podía creer que pudiera acercarse a ellos y menos teniendo a Alex a su lado, pero ya no conocía al hombre que estaba mirando y no sabía de qué podía ser capaz.  Así que rápidamente decidió levantarse e ir a su encuentro con  la excusa de ir al baño.  Para Mario, el nerviosismo de Beatriz no pasó desapercibido, pero dejó que se fuera no sin estar pendiente de ella.

Beatriz pasó junto a Esteban y se dirigió hacia los baños mientras él la seguía de cerca.  Antes de llegar a la puerta respiró profundo, se llenó de valentía y giró para encontrarse con la mirada penetrante del que había sido su más grande amor.


  • ¿Qué demonios crees que haces aquí? – hablaba apretando los dientes, tratando de contenerse, porque sabía que no podía gritar en aquel lugar.


  • ¿Qué estás haciendo tú con ese vejete en el concierto de Sasha? – sus ojos estaban inyectados de sangre y respiraba con dificultad, los celos le estaban nublando la mente.  Su voz retumbó en el gran pasillo, a él no le importaba en dónde se encontraba, sólo sabía que ella era suya y que nadie siquiera la debía tocar.


Al ver la actitud de Esteban, Beatriz lo empujó hacia el baño de mujeres para que no llamara la atención, lo que menos quería es que se dieran cuenta de su presencia, mucho menos sus hijos.  Entró al baño y la indignación hacía que todo su cuerpo temblara.


  • ¿Qué parte de que puedo hacer con mi vida lo que me dé la gana no entiendes? – no pensaba darle ningún tipo de explicación, aunque el encuentro con Mario había sido casualidad.


  • Nadie, escúchame bien, nadie puede tocarte – se lo decía mientras la tomaba, con fuerza, por los brazos y la atraía hacia él.


  • Me estás haciendo daño – en ese momento Beatriz se dio cuenta que, haberse metido al baño no había sido la mejor idea y el temor se instaló en su garganta, haciendo que su voz temblara y su palabras sonaran como una súplica, mientras trataba de soltarse del agarre.


  • Tú eres solo mía y siempre será así – cada vez la apretaba más fuerte y el sentimiento de rabia que tenía fue dando paso al deseo, al sentir el cuerpo de su mujer tan cerca suyo – tú me perteneces.


  • ¡Estás loco! – le gritó, sintiendo como el miedo ya no solo estab instalado en su garganta sino que se había apoderado de todo su cuerpo y hacía que éste temblara.  Mientras veía cómo los ojos de Esteban se desorbitaban y se tornaban más negros que nunca.  Entonces supo que estaba perdida, estaba a la merced de lo que él le quisiera hacer, no podría defenderse de lo que estaba por pasar y se temía lo peor.



Esteban al verla tan altiva, quiso convencerla de sus palabras  y asaltó su boca con ferocidad, tratando de que le permitiera ingresar la lengua en su interior.  Al no conseguirlo y sentir el rechazo de Beatriz, agarró con sus dientes el labio inferior de ella hasta sentir como se clavaban en él y estaban a punto de desgarrarlo.

Beatriz no pudo soportar más y abrió la boca, soltando un gemido de dolor, momento que él aprovechó para introducir su lengua e invadir cada rincón de la boca de su gran obsesión.  Ella no podía hacer nada para detenerlo, la tenía tan fuertemente apretada a él que la había inmovilizado.  Ante la impotencia del momento, las lágrimas empezaron a deslizarse por el borde de sus ojos, mientras sentía que, si había quedado aunque sea una pizca del amor, que había sentido por aquel hombre, él se estaba encargando de matarlo en ese instante.

Cuando se sintió saciado, le acarició la mejilla empapada de lágrimas, con el pulgar al tiempo que le decía:


  • Princesa, no luches más contra lo inevitable ¿no te das cuenta que igual vas a terminar volviendo a mí?



Al escuchar esas palabras, Beatriz no pudo soportarlo más y en un impulso de ira, levantó la mano y le propinó una sonora bofetada en la mejilla a Esteban y salió corriendo a esconderse en el cubículo más cercano, encerrándose segundos antes que Esteban golpee la puerta con la palma abierta, al tiempo que decía:


  • Esto no se va a quedar así, Beatriz, vas a pagar caro tu osadía - golpeó nuevamente la puerta del cubículo y el sonido hizo saltar a Beatriz, quien pensaba que en cualquier momento forzaría el pequeño picaporte que la sostenía y la arrastraría fuera de él.



Pues tendrá que hacerlo, porque no pienso salir de aquí hasta sentirme segura y con él nunca lo volveré  estar – pensó.


  • ¡MIERDA! – gritó Esteban que, como si leyera la mente de Beatriz, supo que quedándose ya no conseguiría nada, así que decidió irse, no sin antes recordarle a Beatriz el poder que él tenía – puedes huir pero no ocultarte, princesa, siempre estaré un paso delante de ti, siempre sabré dónde estás – y salió del baño y del auditorio.  Ese beso le había alborotado las hormonas y debía saciarlas con alguien, recordó al nuevo personal del Éxtasis así que decidió ir a ver cuál le apetecía.



Beatriz no podía parar de temblar, al escuchar la puerta del baño cerrarse todo su cuerpo perdió la poca entereza que le quedaba y lentamente fue cayendo con la espalda pegada a la pared, hasta quedar sentada en el suelo con las piernas recogidas, se abrazó a ellas y hundió la cara entre sus rodillas.   De pronto recordó la sensación de la lengua de Esteban dentro de su boca y las arcadas no tardaron en llegar, pero no pudo expulsar nada porque su estómago estaba vacío.  Las lágrimas no paraban de salir, y sentía que su pecho se empezaba a cerrar, estaba empezando a tener otro ataque de pánico.  Poco a poco sentía que cada vez le faltaba más el aire y cuando estaba a punto de dejarse llevar por la inconsciencia, escuchó a lo lejos la voz de Mario que la llamaba y tocaba a la puerta.


  • Beatriz, Beatriz ¿te encuentras bien? – podía escucharla llorar detrás de la puerta del cubículo y lo único que quería era poder consolarla – abre la puerta por favor, Beatriz, ¿me escuchas? – estaba empezando a desesperarse y pensó en la posibilidad de forzar el cerrojo para poder llegar a su querida Beatriz. 


Cuando, no podía más con la incertidumbre y estaba punto de hacerlo, la puerta se abrió y pareció una Beatriz con la cara roja y los ojos hinchados de tanto llorar.  La miró  y ese hielo que tanto tiempo había ocupado su corazón se derritió al verla tan indefensa.  La cubrió con sus fuertes brazos mientras ella hundía el rostro en su pecho y se aferraba a él como un naufrago a un salvavidas, y empezó a llorar liberando toda la tensión que había acumulado minutos antes.


  • Tranquila pequeña – le decía Mario mientras con una mano la sostenía por la espalda y con la otra acariciaba su larga cabellera – ya estoy aquí, no permitiré que nadie te haga daño.



Beatriz levantó la mirada y se encontró con esos ojos celestes como el hielo, llenos de una ternura indescifrable.  Se sentía violada, ultrajada, quería borrar el sabor amargo de los besos de Esteban.  Sin pensarlo se acercó a los labios de Mario y le dio un beso impregnado de desesperación, esperando que estos nuevos labios borraran el dolor que los anteriores le habían causado.

Mario se sorprendió ante el accionar de Beatriz, pero no iba a desaprovechar la oportunidad de poder saborear esos labios que tanto había deseado.  Correspondió el beso con ternura y pasión, quería que ella supiera, a través de sus labios, cuan importante era en su vida y cuanto significaba que ella hubiera tomado la iniciativa al besarlo.



De repente Beatriz fue totalmente consciente  de lo que estaba haciendo y lentamente se alejó del hombre que la tenía abrazada brindándole su protección.

  • Lo siento Mario, no sé que me pasó – se apresuró a disculparse.


  • Tranquila, no me des explicaciones. Ya hablaremos de esto en otro momento – replicó mientras la miraba perdido en sus ojos aceitunados – Ahora, es mejor que nos demos prisa, creo que está cerca el turno de tu hija, además no queremos que Alex se preocupe.


Beatriz afirmó con la cabeza, se refrescó el rostro y trató de arreglarse lo mejor posible, lo último que quería era que su hijo se diera cuenta de que había llorado y empezara a hacer preguntas.


La interpretación de Sasha fue espectacular, tanto que Beatriz no pudo esperar hasta que ella saliera para felicitarla, sino que apenas terminó el concierto se levantó y fue a buscarlas a los camerinos.  Preguntaba a todas las personas con las que se encontraba por su hija, pero nadie sabía dónde estaba; así que optó por buscarla en cada uno de los camerinos.

Cuando estaba a punto de darse por vencida, abrió la puerta del camerino que estaba al final del pasillo y se encontró con la visión más espectacular que sus ojos podrían ver.  Ahí en la mitad de la habitación estaba su adonis con los pantalones negros que había usado en su presentación, de cerca se podía admirar mucho mejor lo bien que lucía con ellos.  Al subir la mirada, pudo deleitarse con su hermoso torso que parecía tallado en piedra,  esa boca que la estaba volviendo loca y  por último terminó su sensual recorrido en los hermosos ojos color chocolate del amante de sus sueños.

Se quedaron mirando fijamente, la contemplación con  que Juanda la observaba hizo que Beatriz bajara su mirada.  Él aprovechó su reacción para acortar la distancia que los separaba para encontrarse con esos labios carnosos que tanto había anhelado besar y sentir su sabor.
Cuando la tuvo a pocos centímetros de él, pudo percibir el delicioso aroma que desprendía de su piel, la tomó entre sus brazos mientras se cerraba la puerta y la llevaba hacia el interior del camerino.  Estaban perdidos el uno en los ojos del otro.  Sin poder contenerse más Juanda la besó con tal pasión, delirio y frenesí que Beatriz solo pudo dejarse llevar.  Era arcilla entre sus manos.  Recorrió sus manos por el  cuello de su sueño hecho realidad y las enredó en su cabello, mientras él pasaba las manos por su cintura y la aferraba hacia su cuerpo y la dirigía hacia el mostrador, donde ella quedó apoyada sobre sus caderas y de espaldas al espejo. 

El sabor de los labios de Beatriz era tan dulce que lo inundaba todo, dentro de sí, sus manos empezaron un viaje de subida y bajada por los muslos de la hermosa mujer que  tenía entre sus brazos.  Las manos de Juan Daniel quemaban tanto sobre la fina tela de su vestido que Beatriz ya no podía pensar en nada, lo único que salía de su boca eran pequeños gemidos que se iban incrementando a medida que él aumentaba la fuerza de sus caricias.  Poco a poco se sintió más osado y se atrevió a subir la falda del vestido de Beatriz hasta sentir el borde de su ropa interior y fue bajando hasta llegar al centro de su intimidad.  No podían para de besarse, se necesitaban mutuamente como si solo pudieran respirar el aliento uno del otro y cada vez sus besos  se hacían cada vez más intensos.
Juanda quería impregnarse del sabor de su piel, quería llenarse de ella.  Abandonó su boca y Beatriz le reclamó su abandono con un gemido de protesta, para bajar por su cuello hasta sus pechos mientras los liberaba del vestido y el sujetador para besarlos y acariciarlos con una veneración que hizo a Beatriz gemir más fuerte.  Con su lengua, sus labios y la punta de sus dedos torturaba sus pezones ya duros de placer, hasta que logró el objetivo más anhelado por él, sentir cómo ella explotaba entre sus brazos con un gemido profundo, éxtasis que ella no supo distinguir totalmente por la desesperación del momento.



Estaban sumidos en su mundo de pasión, cuando escucharon una voz muy conocida por ellos.




  • ¿Profesor Juan Daniel, se encuentra ahí? – Preguntaba Sasha a través de la puerta, mientras le daba pequeños golpecitos.


miércoles, 4 de junio de 2014

Capítulo 17: Crazy (Loco)

Juan Daniel no podía creer que la tenía otra vez entre sus brazos, sentir su cuerpo esbelto pegado al suyo y respirar su aroma, ese aroma que lo estaba volviendo loco y que de ahora en adelante nunca podría olvidar.  Se zambulló en el verde de sus ojos y descubrió que ahora no solo había tristeza en ellos sino también preocupación y una chispa de rencor, ¿o sería odio? ¿Quién podría despertar ese sentimiento en ella?, si era lo más parecido a un ángel que él había visto en su vida.  Bajó la mirada hacia su boca, perfectamente delineada, tan deseable, tan comible; no podría contenerse mucho más tiempo y terminaría apoderándose de ella.


Beatriz podía adivinar lo que estaba a punto de hacer aquel adonis que la tenía entre sus brazos, y ella lo deseaba tanto como él.  Sentía como sus brazos la sostenían y como sus manos acariciaban su espalda, era una sensación que la calmaba y que tenía la leve idea de conocerla, pero ¿de dónde?  Quería sentir esos gruesos labios entre los suyos, deseaba saborearlos y que estos se llevaran todo el caos en que se había convertido su vida.



La melodía de Crazy de Aerosmith sonaba a lo lejos y los envolvía, Beatriz estaba tan perdida en el profundo chocolate de los ojos de Juanda que apenas lo notaba, pero esa canción le recordaba algo……. 


Sus ojos se abrieron, dió un pequeño saltito entre los brazos de Juan Daniel y rompió el contacto visual mientras se separaba de sus brazos, esa era la melodía de su celular.  Se apresuró a buscarlo en el bolsillo exterior de su gran bolso y miró la pantalla, era Braulio, la persona que les hacía el transporte a sus hijos.  Contestó enseguida  esperando que todo estuviera bien, mientras las palabras de Esteban seguían retumbando en su cabeza.



  • Braulio, buenas tardes.


  • Señora Beatriz, buenas tardes.  Lamento molestarla pero es mi deber informarle que estoy llevando a Alex al hospital Metropolitano…


  • Beatriz sintió que su corazón cayó al piso, ¿qué le había pasado a su pequeño? ¿Esto sería obra de Esteban?, estaba al borde del colapso pero no podía perder la cabeza – Braulio voy para allá, por favor no se separe de él, ¿Sasha está con usted?


  • Si señora, me llamó un poco más temprano de lo habitual.  Ya la había recogido y venimos a ver al joven cuando nos encontramos con este… inconveniente.


  • Muy bien, estoy en camino.  Y Braulio…  por favor no pierda de vista a ninguno de mis hijos, se los encomiendo.


  • No se preocupe señora.




Beatriz colgó el teléfono y se viró para disculparse con el tutor de su hija, su cara había cambiado por completo y la sombra de la angustia se había apoderado de ella, en su desesperación se había olvidado de preguntar qué es lo que había pasado.



  • Lo siento mucho, debo irme.


  • Beatriz, espere por favor – Juanda alcanzó a tomarla del codo mientras hacía que ella se girara para verla de frente. – Está demasiado alterada para manejar en ese estado.


  • No se preocupe no tengo auto – contestó con una mueca que no terminó en sonrisa.


  • Entonces permítame la llevo – se apresuró a ofrecerse un Juan Daniel preocupado por el estado de ella y lleno de curiosidad por saber qué es lo que había pasado.  Quería saber todo sobre ella, quería empaparse, untarse de ella.


  • Beatriz solo atinó a sentir con la cabeza mientras salían del salón hacia el estacionamiento - voy al Hospital Metropolitano.







De camino al hospital Beatriz no dejaba de recordar las palabras de Esteban mientras tenía la vista perdida en la carretera y el ceño fruncido, no podía desplomarse en este momento, no mientras no supiera cómo estaba su hijo y qué era lo que había ocurrido.  Juanda la miraba por segundos mientras manejaba y trataba de ir por las calles con menos tráfico para llegar lo más pronto posible.



  • Sé que no es de mi incumbencia, pero me mata la curiosidad. – Se animó a decir Junda – ¿le pasó algo a Sasha?


  • Beatriz simplemente negó con la cabeza y contestó – es su hermano… - no pudo decir nada más, porque sentía que si seguía hablando no podría contener las lágrimas que amenazaban con salir.


Juan Daniel estiró su mano y tomó la de Beatriz y la apretó, no sabía que más decirle; pero ese gesto hizo en Beatriz más que mil palabras.  Sintió que si él tomaba su mano ella podría hacer frente a cualquier cosa que viniera…  mientras él la sostuviera.







Cuando llegó al hospital Beatriz, literalmente, corrió hacia la estación de enfermería de emergencias.



  • Buenas tardes, acaban de traer a un joven se llama Alex Villarreal.


  • Buenas tardes, permítame revisar – Le atendió una mujer mayor con una parsimonia y aparente lentitud que estaba por sacar de quicio a Beatriz.


  • En este momento le están haciendo unos exámenes…


  • Disculpe ¿quién me puede decir qué es lo que tiene? – la interrumpió a punto de perder el control.


  • ¿Usted es? – le preguntó la Señora con tono molesto mientras la miraba de abajo hacia arriba.


  • Su madre, Beatriz Vinueza.  Puedo hablar con algún doctor o alguien que me dé más información – estaba a punto de arrancarle los ojos a la bruja que tenía en frente cuando sintió la mano de Juan Daniel que le apretaba levemente el hombro y esto resultó como una dosis doble de Valium que la tranquilizó al instante.


  • Buenas tardes – saludó Juan Daniel a la enfermera regordeta con cara de pocos amigos que miraba a Beatriz como si fuera basura y le dedicó una de esas sonrisas “baja calzones”.


  • La actitud de la enfermera dio un giro de trescientos sesenta grados, y hasta se ruborizó – Buenas tardes, el paciente Villarreal está en el cubículo seis, ahí podrá hablar con el doctor a cargo.



Al escuchar el número del cubículo Beatriz se dirigió para allá sin pensarlo dos veces.


  • Muchas gracias – contestó Juanda mientras le guiñaba un ojo y seguía a Beatriz.  Pero entonces alcanzó a ver en la sala de espera a Sasha que lloraba como una Magdalena y decidió que más ayudaría quedándose con ella.



Cuando Beatriz vió a Alex inconsciente en la camilla, no pudo más que aguantar un sollozo.  Braulio al verla se acercó junto con el doctor que estaba en ese momento preparándolo para hacerle un  sinnúmero de  exámenes.



  • Doctor, ella es Beatriz la madre de Alex – se apresuró a presentarla Braulio.


  • Buenas tardes doctor, por favor dígame que tiene mi hijo – solicitó mientras estrechaba la mano del doctor.


  • Mucho gusto, al parecer recibió un pelotazo en el estómago que lo dejó sin aire y por consiguiente inconsciente, sus signos vitales son estables.  Sin embargo he pedido una serie de exámenes para estar seguros que no hay daños internos.


  • Pero ¿por qué sigue inconsciente?


  • Algunos cuerpos necesitan más tiempo que otros para recuperarse, ¿ha pasado alguna circunstancia de stress en estos últimos días?


  • Beatriz vio pasar los últimos seis meses antes sus ojos como una película y se apresuró a contestar – hace seis meses murió su padre – mientras bajaba la cabeza y se sentía la peor madre del mundo.


  • A veces el cuerpo ha estado expuesto a altos niveles de stress que no se han sabido canalizar y situaciones como esta son una excusa para que el cuerpo se desconecte y recupere las fuerzas que necesita.


  • ¿Y qué podemos hacer? – se apresuró a preguntar


  • Nada, él se despertará cuando se sienta listo.  Eso, siempre y cuando no tengamos ninguna complicación en sus órganos internos.   Ahora por favor esperen un momento en la sala de espera, vamos a realizarle algunos exámenes.


 

Beatriz sentía que ese día había empezado tan bien pero que no podía estar terminando de peor manera, mientras caminaba hacia la sala de espera.  La imagen con la que se encontró le pareció muy irónica,  Juan Daniel estaba consolando y tratando de tranquilizar a Sasha, estaba haciendo lo que Esteban debería estar realizando en ese momento. 





Si Esteban no hubiera jugado con nuestras vidas en estos momentos “mi niño” estaría despierto y feliz, como siempre lo ha sido.




Al verla Sasha se levantó y corrió a sus brazos, ella debía seguir manteniéndose centrada y firme, ahora sería el soporte que no fue meses antes, esta vez haría bien las cosas.



Braulio se despidió de ella y se marchó.  Beatriz le agradeció por todo con una pequeña sonrisa y un cariñoso apretón de manos y le pidió que llevara a Sasha a casa, ella debía descansar porque mañana tenía clases, además Tita no sabía nada y era mejor que su hija se lo explicara sino le podía dar un ataque a la pobre mujer, con la gran imaginación que tenía.   Dios había rodeado a sus hijos de gente buena que los querían y siempre estaban pendientes de ellos.



Después de un par de horas pasaron a Alex a una habitación y lo dejaron ingresado.



A pesar de la insistencia de Beatriz, Juan Daniel seguía a su lado y ella realmente lo agradecía su simple presencia la reconfortaba y todavía no entendía el porqué.



Al cabo de una hora el doctor apareció con el resultado de los exámenes, aparentemente Alex no tenía comprometido ningún órgano interno.  Cuando el doctor salió dela habitación  y al estar segura que su hijo se encontraba bien, Beatriz no pudo más y las lágrimas empezaron a deslizarse por sus mejillas mientras tenía la mano de su hijo entre las suyas y lo veía dormir en aparente calma.  Juan Daniel no soportaba ver llorar a Beatriz, así que decidió ir por un chocolate caliente para la mujer que se había adueñado de su mente, la dueña de su alma.




Cuando volvió de la cafetería, con el chocolate, Beatriz estaba parada frente a la ventana viendo a su querido Quito como brillaba con las luces de la noche.  La silueta de Beatriz iluminada por los rayos de la luna dejaron a Juanda sin respiración y sintiendo aquel hormigueo en todo su cuerpo como si antes de ese día la sangre en su cuerpo no fluía de manera correcta y recién su cuerpo se estaba despertando a la vida.




  • Tenía la garganta seca, tragó grueso y buscó las palabras correctas – Beatriz, te traje un chocolate caliente. – dijo para llamar su atención mientras se acercaba a ella y le ofrecía el vaso de poliuretano.


  • Beatriz se viró para encontrarse con esos ojos cafés, que en estos momentos parecían negros, y que ella sentía que le llenaban de paz al mismo tiempo que le desnudaban el alma – Muchas gracias – le sonrió y aceptó el vaso con una tímida sonrisa, mientras el contacto de sus dedos desprendía en ella una sensación de calor que le recorría todo el cuerpo y se alojaba en su vientre.


  • Cuando sonríes te ves mucho más hermosa que cuando lloras – Juanda se escuchó diciendo en voz alta lo que estaba pensando y sintió como si su cuerpo tuviera vida propia e iba acortando la distancia entre los dos.




Beatriz no podía apartar su mirada de los ojos de él, eran hipnóticos.  Todo en él era hipnótico: su voz, sus ojos, sus caricias.  Sentía que su cuerpo necesitaba estar junto a él, que cada poro de su piel se abría para recibir el tacto de sus manos.  Su corazón empezó a acelerarse al ser consciente como iba disminuyendo la distancia entre los dos.  Cuando ya estaban a pocos centímetros uno del otro, ella cerró los ojos  - aquí debería estar Esteban y en su lugar está este adonis – y automáticamente las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos. 

Al ver esta reacción, Juanda se apresuró a tomarle la cara entre sus manos y enjugó sus lágrimas con sus pulgares mientras la acercaba a su cuerpo y besaba sus ojos, la rodeó con sus brazos  y le susurró -  Te prometo que no volverás a llorar, aunque me gaste la vida en ello – y le besó la coronilla.

Esas palabras activaron la memoria de Beatriz y fue como si un velo se rasgara en su cabeza, esas manos, esos brazos y esa voz eran la del hombre de sus sueños, el hombre que hasta el día de hoy no había tenido rostro ni nombre.  Levantó su cara para mirarlo, ya había tomado la decisión, si él no lo hacía ella iba a besarlo, quería sentir todo lo que sintió en su último sueño.  Juan Daniel miró sus ojos y supo decifrar perfectamente lo que estos le pedían y él estaba dispuesto a dárselo. 


En ese instante escucharon una voz que dijo:  MAMÁ!!!!!!