Beatriz no
podía creer lo que estaba viendo.
En la puerta
de la recepción se encontraba aquel hombre de ojos de hielo mirándola con una
gran sonrisa. Cuando bajó la mirada para admirar el cuerpo perfecto vestido con
traje a la medida, se quedó de una pieza al ver que en sus manos llevaba una
caja fina y larga de color crema con un cartucho blanco sobre la tapa.
- Buenos días Beatriz – saludó Mario sin perder la sonrisa que dejaba ver su perfecta dentadura, mientras se acercaba al escritorio de ella con ese caminado, que parecía que el mundo girara a su alrededor, tan particular de él.
- Sr. Wright, buenos días – contestó Beatriz sin poder quitar los ojos de la dichosa caja. Todos sus temores al aceptar este proceso se estaban confirmando. Que él fuera quien viniera a la cita y encima con flores era demasiado para ella.
Creo que he firmado mi sentencia de muerte
profesional.
- Al darse cuenta de su mirada Mario se apresuró a decir – Me encontré con un mensajero y traía esto para usted – mientras le entregaba la caja y la miraba divertido por lo pálida que ella se había puesto al verlo allí.
Beatriz tomó
la caja y mientras la abría respiró con alivio al descubrir que no se la había traído
él, pero no pudo impedir la exhalación de sorpresa al descubrir dentro de esta doce hermosos cartuchos más. Intrigada por saber quién se los había enviado buscó en toda la caja una tarjeta o algo que le indicara de
quién venían, pero no encontró absolutamente nada.
- Está seguro que eran para mí?? – Le preguntó cuándo recuperó el habla.
- Es lo que me ha dicho el mensajero – le contestó Mario con el seño fruncido, molesto porque ella dudara de su palabra.
- Disculpe mi mala educación – se apresuró a decir Beatriz cuando se dio cuenta del malestar de Mario – Muchas gracias por haberlas traído – y le regaló una sonrisa sincera.
- No se preocupe – Mario suavizó su mirada, aquella sonrisa lo desarmaba – debería ponerlas en agua.
- Claro – le dijo Beatriz mientras con la mirada buscaba un florero a su alrededor pero no encontró ninguno – me permite un momento voy a buscar un florero y empezamos la reunión – dijo mientras se levantaba de su silla y le señalaba el sillón de la salita de recepción.
- Por supuesto, no se preocupe – le contestó Mario mientras tomaba asiento.
Beatriz se
perdió por el pasillo en busca del florero totalmente extrañada por el regalo
que acababa de recibir.
Quién podía haberme
enviado estas flores, quizás Julls o mis hijos para felicitarme, o tal vez Don
Rafael… pero si hubiera sido cualquiera
de ellos tendría una tarjeta o algo para identificar al remitente.
Perdida en
sus pensamientos tomó un florero lo llenó de agua y regresó a la recepción,
colocó las flores dentro del mismo y puso el florero en una esquina sobre la parte superior de su
escritorio. Después investigaría quién
se las había enviado, ahora debía trabajar.
- Tomó su libreta de apuntes y con una sonrisa y todo el aplomo que pudo reunir se dirigió hacia Mario, quien la había seguido con la mirada todo ese tiempo – pasemos a la sala de juntas por favor.
- Mario se levantó como un resorte y con un movimiento de su mano le dijo – después de usted.
A diferencia
de lo que Beatriz había previsto Mario fue muy profesional durante toda la
reunión, su rostro se mantuvo inexpresivo pero todo el tiempo estuvo muy atento
a cada una de las preguntas y comentarios que ella hacía, realmente este hombre
era muy profesional, en toda la extensión de la palabra.
Habían
podido levantar el perfil de la Jefatura de Seguridad Informática sin
dificultades e incluso avanzaron con el de tres puestos más.
Mario estaba
realmente admirado con el profesionalismo de Beatriz, su ojo de lobo viejo no
se había equivocado, ella era el tesoro de aquella empresa y Rafael no lo había
descubierto. Le encantaría llevársela a trabajar con él.
Cuando se
dieron cuenta ya era pasada la una de la tarde y fue entonces cuando Mario
aprovechó para hacer su movimiento.
- Beatriz creo que hemos avanzado bastante para ser nuestra primera reunión, que le parece si lo dejamos hasta aquí y me hace el honor de acompañarme a almorzar – al ver como los ojos de Beatriz se agrandaban de la sorpresa se apresuró a decir – para celebrar nuestro avance.
- Beatriz levantó la vista de sus notas para toparse con esos ojos azules como el hielo que volvían a encenderse al cruzarse con los suyos. Lo pensó un momento, pero al sentir como protestaba su estómago lo decidió – Por supuesto – además como decirle que no a esos ojos.
- Mario sonrió, se levantó, tomó su chaqueta del espaldar de la silla en la que se encontraba sentado y mientras se la colocaba con un movimiento ágil y seductor la miró – entonces vamos – dijo dando por terminada la reunión.
Ella tomó su
libreta de apuntes, se puso de pie, se estiró la falda tubo de color ratón que
le llegaba sobre la rodilla, le sonrió y salió de la sala de juntas.
Mientras se dirigía a su escritorio por su
cartera, seguida de Mario, pudo volver a
sentir esa sensación que tuvo cuando Mario la desvistió con la mirada en la
oficina de Rafael, pero esta vez estaba acompañada de un calor que se apoderó de todo su rostro.
Creo que no debí haber aceptado la
invitación, siento que estoy yendo derechita a la boca del lobo. Pero qué bueno que está este lobo.
Por Dios que estoy pensando!!!! Y si me retracto??? No eso sería de muy mal
gusto.
Vamos Bi, tu puedes con esto, a
peores cosas te has enfrentado; simplemente debes guardar las distancias y ya.
Tomó su
cartera y caminó con paso decidido hasta el elevador, Mario la seguía a pocos
centímetros de distancia, llamó al elevador mientras él se paraba a su lado a
esperarlo.
Cuando las puertas se abrieron Mario posó su
mano en medio de la espalda de Beatriz para guiarla al interior del ascensor. El sentir la piel de ella a través de la fina tela de la blusa hizo que todo su cuerpo
se estremeciera y que su hombría empezara a crecer entre sus pantalones, tuvo
que hacer uso de todo su auto control para que ella no se diera cuenta de lo
que había causado mientras el ascensor bajaba.
Beatriz casi
se cae para atrás al ver el PORSCHE CAYENNE que los
esperaba en la puerta del edificio.
Un
hombre de semblante serio los saludo con una inclinación de cabeza mientras
ellos se acercaban al auto.
- Buenas tardes Sr. Wright – lo saludó muy solícito.
- Buenas tardes Pedro, ella es la Srta. Vinueza – contestó Mario
- Señora – lo corrigió Beatriz – Mucho gusto Pedro - y le regaló una hermosa sonrisa.
- El gusto es mío señora – respondió Pedro mientras abría la puerta del carro y un Mario, sorprendido por la corrección, le dio paso a Beatriz para que subiera, cerró la puerta y rodeó el auto para entrar por el otro lado.
Una vez dentro
del auto Beatriz trató de relajarse mientras veía por la ventana a la gente
caminando por la calle. El gesto de
Mario la había puesto muy nerviosa, sentir su mano sobre su espalda había hecho
que todo el cuerpo se le erizara.
El asombro
en el rostro de Mario no había pasado desapercibido por ella y quería aclararle
su estado civil, no quería que se hiciera una idea errada del tipo de mujer que
era.
Así que
respiró profundo y se lanzó al ruedo.
- Sr. Wright creo que le debo una explicación – le dijo girando su cuerpo para quedar de frente a él.
- Por favor Beatriz llámeme Mario – contestó el mientras se perdía en la profundidad de su mirada que a pesar de ser de un verde hermoso tenía algo que los apagaba que él todavía no lograba descubrir – y no tiene nada que explicarme.
- Si tengo que hacerlo Mario. Cuando me ha presentado a Pedro le he corregido al llamarme señorita…. Y pues hace mucho tiempo que dejé de serlo – le regalo una amplia sonrisa – hace 14 años entregué mi vida por completo a la persona que era mi otra mitad – se quedó en silencio, revivir esos recuerdos todavía la llenaban de nostalgia – pero las circunstancias de la vida y un maldito me lo arrebataron y aunque él ya no está a mi lado yo sigo perteneciéndole – no pudo decir más, el nudo que se le había formado en el estómago había subido hasta su garganta y una lágrima amenazaba con escaparse de sus ojos.
En ese
momento Mario entendió a lo que Rafael se había referido ayer en su despacho y al ver
como Beatriz era sincera y transparente con sus sentimientos no pudo
contenerse y acarició el rostro de ella
con la parte interna de su mano mientras con el pulgar retiraba la lágrima que
había empezado a bajar por su pómulo.
Beatriz
levantó su ojos hacia Mario y se encontró con una mirada llena de ternura, eso
sumado al gesto que él había tenido la reconfortaron mucho más que 2 horas de
terapia.
- Lo siento mucho – le dijo Mario con toda sinceridad, le dolía ver la tristeza que esos hermosos ojos le mostraban y en ese momento supo que haría lo imposible por borrarla de ellos.
Se quedaron
mirando y cuando se dieron cuenta estaban tan cerca que podían sentir el
aliento el uno del otro sobre sus rostros.
Beatriz
sintió que el corazón cada vez le latía más rápido y cuando pensó que Mario iba
a besarla, el carro se detuvo y la voz de Pedro los devolvió a la realidad.
- Señor, hemos llegado.
Mario
carraspeó y volvió a su lugar en el asiento.
- Gracias Pedro – contestó en un tono tan frío que Pedro se dio cuenta de su imprudencia.
Mario bajó
del auto y se apresuró a abrirle la puerta a Beatriz.
Ella extrañó su tacto en el mismo instante en que Mario dejó de tocarla y al estirar la mano para tomar la que Mario le ofrecía para bajar del auto
esta le temblaba visiblemente.
Al bajar del coche Beatriz se sorprendió al darse cuenta que se encontraban en plena Paza de la Independencia en el corazón del Centro Histórico. Entraron en
el restaurante "Mea Culpa", un lugar que evocaba la época colonial pero con un toque de modernidad lleno de elegancia y distinción. Como era de esperarse el anfitrión se deshizo en atenciones con Mario y personalmente los
llevó hasta su mesa, Beatriz no pudo evitar sentir como la mayoría de personas
en el lugar los regresaban a ver a medida que avanzaban.
La comida
estaba deliciosa y la conversación muy entretenida. Ninguno de los dos hizo ningún comentario
sobre lo que había estado a punto de pasar en el auto, pero la sinceridad de
Beatriz había abierto la puerta para que los dos fueran realmente ellos sin
máscaras ni poses.
Ya no eran el Sr.
Wright, dueño del emporio Wright ni la Psicóloga Beatriz Vinueza, encargada de
un proceso de su empresa; sino simplemente Mario y Beatriz, dos persona que
sentían que se conocían de toda la vida.
Mario le
contó sobre su divorcio y como el amor se había apagado entre él y su
ex esposa despúes de veinte años de matrimonio. Hablaron sobre los hijos de cada uno, a Mario le encantó que la hija
de Beatriz cantara y a Beatriz le causó gracia como Mario hablaba de sus hijos: el mayor se encargaba de la administración de los supermercados mientras que el menor, a pesar de tener casi 30 años todavía le daba dolores de cabeza,
pero pudo notar como la ternura se instalaba en su voz cuando hablaba de él.
Los dos
pidieron postre y mientras se los traían Beatriz se excusó con Mario para ir al
baño.
Mientras se lavaba las manos, meditó
en lo que estaba viviendo.
Como alguien que hace solo unas horas
había sido tan frío y calculador ahora podía ser tan tierno y comprensivo?
Cómo había pasado de sentirse incómoda en su
presencia a confiar totalmente en él en cuestión de minutos?
Parecía que estaba viviendo en la dimensión
desconocida.
Qué pasaría cuando regresaran a su
vida normal a sus trabajos……
Mierda!!!!!
Su trabajo – miró su teléfono – había perdido la noción del tiempo.
Qué
excusa le daría a Don Rafael?
Salió
contrariada del baño, cuando Mario vio como sus cejas se juntaban y la
preocupación en sus ojos, no dudó en averiguar lo que le estaba ocurriendo.
- Beatriz que ocurre??? – Se apresuró a preguntar Mario
- Debo irme – ella lo miró – se me ha pasado el tiempo, hace mucho que debía haber vuelto a la oficina y…..
- _La risa de Mario no dejó que ella terminara de hablar – Siéntate mujer, disfruta de tu postre- el sentido de responsabilidad de Beatriz hacía que él la admirara cada vez más – ya he llamado a Rafael y le he comentado que estas almorzando conmigo, me ha dicho que no te preocupes y que si te desocupas muy tarde ya no pases por la oficina, que él se encargará de todo.
- La cara de Beatriz era un poema – que has hecho qué? – no sabía si estaba molesta o apenada con don Rafael, o las dos cosas a la vez – no tenías derecho…
- Le he dicho que es un almuerzo de trabajo… - trató de justificarse Mario.
- Pero eso no es verdad!!!! – soltó Beatriz, mientras sacaba su teléfono de la cartera y buscaba el número de Don Rafael
- He, pero qué haces??? – le dijo Mario frunciendo el ceño y empezando a molestarse
- Llamar a Don Rafael – le contestó ella mientras se ponía el teléfono en la oreja
Mario la
quedó mirando, sin entender por qué se había molestado tanto y por qué a él le
molestaba tanto la actitud de ella
Al tercer
timbrazo Rafael contestó su celular.
- Beatriz, que tal el almuerzo – saludó a su interlocutora.
- Don Rafael, buenas tardes. – no sabía que decirle y cuando alzó la cara se topó con un Mario realmente molesto, sus cejas estaban casi juntas de la fuerza con que se fruncía – Lamento no haberle comunicado acerca del almuerzo con Ma…. – se corrigió – con el Sr. Wright, pero…
- Tranquila hija – Rafael se dio cuenta de la corrección de Beatriz y sonrió para sus adentros – no te preocupes, es más tómate la tarde, nos vemos mañana para que me pongas al tanto de cómo va el proceso
- Las palabras de Don Rafael dejaron a Beatriz sin palabras, solo pudo decir – Muchas gracias Don Rafael, hasta mañana.
Terminó la
llamada y dejó el teléfono sobre la mesa, Mario la seguía viendo muy molesto y
eso no le agradaba, se sentía como una niña a punto de recibir una
reprimenda. Pero mantuvo la mirada sobre
sus ojos de hielo que estaban más fríos que nunca, la cabeza le trabajaba a
mil, no sabía que era lo que él le iba a decir, por lo tanto no podía preparar
una respuesta.
Mario la
miró, ahí estaba ella con su mirada fija en él y no pudo más, esos ojos, esa cara, toda ella
lo desarmaba. Cerró los ojos y respiró
profundo.
Al abrirlos el coraje había
desaparecido.
- Beatriz por qué has llamado a Rafael si yo te he dicho que ya lo había arreglado?? – le dijo viéndola otra vez solo como Mario, el amigo.
- Lo siento, Mario pero no me gustan las mentiras – contestó ella
- Pero no me has desmentido – y una pequeña sonrisa apareció en sus labios
- Don Rafael no me ha dado tiempo – dijo ella mientras tomaba el tenedor y empezaba a hacerle agujeros al tiramisú de chocolate.
- Mario soltó una carcajada, que hizo que ella lo regresara a ver – me dices que no te gustan las mentiras y me dices una…..
- Beatriz se quedó como una estatua – cómo se había dado cuenta de eso –
- Dime la verdadera razón – contratacó Mario
- No podía pensar, estaba bloqueada – Está bien – dijo al fin – iba a hacerlo pero luego vi cómo me mirabas y pues no quiero perder esto que se está formando entre nosotros – hablaba sin respirar. Siento que estas dos horas me han servido más que los cuatro meses que llevo de terapia – lo había dicho, había botado todo lo que sentía y sin filtro, ahora a esperar los daños colaterales.
Al darse
cuenta que estaba con la boca abierta Mario la cerró, no esperaba tanta
sinceridad por parte de Beatriz, entonces una sonrisa se dibujó en todo su
rostro.
- Me alegra escucharte decir eso, el sentimiento es mutuo – no iba a decirle que también sentía que su mirada la quemaba y que se moría por besarla, por tocar toda su piel y por hacerle el amor; eso todavía no.
Beatriz
respiró aliviada, le sonrió y se llevó un pedazo de su postre a la boca, cerró
los ojos y lo saboreó, era el mejor tiramisú de chocolate que había probado –
mmmmmm esto está delicioso – le dijo
A Mario de
repente se le secó la garganta y la temperatura de su cuerpo empezó a subir,
junto con su virilidad. Se acomodó en la
silla y le sonrió.
Esa reacción tan natural y hasta cierto punto inocente hizo
que él la deseara aún más. Ella no
quería seducirlo como la mayoría de mujeres con las que salía, ella era
totalmente diferente.
Terminaron
el postre y continuaron con un café, Mario no quería que la velada terminara. Pero después de mucho reír y conversar ella
volvió a mirar el reloj de su celular y antes de que dijera nada él se
adelantó.
- Te llevo hasta tu casa – dijo mientras sacaba de su billetera la tarjeta de crédito y se la entregaba al camarero que se había acercado al instante que él lo llamó.
- Muchas gracias – contestó ella con una sonrisa.
Se
levantaron y Mario volvió a poner su mano en medio de la espalda de ella para guiarla a
través del local hacia la puerta, este gesto ya no tomó por sorpresa a Beatriz
pero la sensación que volvió a recorrerle sí.
Pedro estaba
ya esperándolos frente al restaurante, con la puerta del auto abierta Beatriz
entró y esperó a Mario quien entró por el otro lado. Cuando lo tuvo a su lado le brindó una tierna
sonrisa.
Cuando el
carro empezó a andar, también se escuchó unos acordes de piano en el auto, al
parecer Pedro había estado escuchando música, pero cuando empezó a cantar Sin
bandera el ambiente se cargó de romanticismo, nunca habían escuchado aquella
canción pero la voz melosa de Noel Schajris era tan
dulce y seductora que tanto Mario como Beatriz empezaron a ponerle atención a
la letra, de repente Mario tomó la mano de Beatriz y le besó los nudillos
mirándola a los ojos, esperaba que ella entendiera que esa canción era la declaración de lo que él esperaba ser en su
vida.
Beatriz la
entendió perfectamente y aunque sentía que no estaba preparada para algo así,
también anhelaba mantener esa relación de familiaridad que se había formado
entre ellos en tan poco tiempo, así que le regalo una sonrisa tímida en señal
de haber entendido lo que sus ojos le estaban diciendo.
Permanecieron
tomados de la mano el resto del camino hacia la casa de Beatriz.
Cuando
llegaron Mario la acompañó hasta la puerta del edificio y se despidió de ella
con un tierno beso en su mano, sabía que debía ir despacio y permitir que ella
asimilara todo lo que estaba pasando.
Beatriz se
lo agradeció, no sabía cómo decirle que no estaba preparada para una relación
de pareja, que todavía se derretía al pensar en Esteban y que apenas
estaba empezando a reconstruir su corazón, después de que este quedara hecho
pedazos. El no se merecía estar con
una persona que no tenía nada que ofrecerle y que no podía corresponder a
sentimientos diferentes a los de una amistad.
Mario se quedó parado en la puerta mientras la veía desaparecer en el interior del edificio, sabía que le costaría conquistarla pero él no era hombre que se asustara con los desafíos.
Bueno me sigue sin gustar el Sr. de los Ojos azules y mayor pero ni modo si es lo que le gusta a beatriz pues que le vamos ha hacer éxitos mi ángel.... me ha encantado el capitulo
ResponderBorrarEl Sr. de los ojos azules es todo un bombòn pero Beatriz todavòa no està preparada para una relaciòn, asì que Guada puedes guardar esperanzas....
BorrarUn beso guerrera
buenas noches mi niña , BEATRIZ SE SIENTE ATRAÍDA POR ESTE HOMBRE , PARA ELLA ES RARO PORQUE ELLA NO SE PERMITE SER FELIZ ,PIENSA QUE ESTA DEFRAUDANDO A SU MARIDO ,CON PACIENCIA ELLA EMPEZARA A DARSE UNA OPORTUNIDAD UN ABRAZO
ResponderBorrarHola Rosi,
BorrarAsì es ella todavòa no està preparada para una relaciòn, pero pasaràn algunas cosas que le obligaràn a romar desiciones radicales en su vida.
Un beso guerrera
me ha encantado la historia,acabo de leerla a la velocidad de la luz jejeje ! esperando el proximo capitulosaludos ;)
ResponderBorrarHola Raysa,
BorrarQue placer que te haya gustado, esta historia apenas empiueza y se vienen cosas muy interesantes.
Un beso guerrera