Juan Daniel colgó la llamada mientras se recostaba en la hierba
a un lado de la pista de atletismo en el Parque La Carolina.
Esa voz, tan dulce
y a la vez tan firme, tan llena de
energía y seductoramente sexy, siento que la he escuchado antes.
Mientras recordaba la conversación con la mamá de su pupila
se percató que aquella voz había afectado todo su cuerpo, en especial de la
cintura para abajo y al incorporarse vio cómo su pantaloneta se levantaba ante
él como la carpa de un circo. Miró a su
alrededor para cerciorarse de que nadie lo haya visto, sin saber cómo iba a
llegar hasta el parqueadero sin pasar vergüenza por su estado. Así que trató de relajarse e hizo uso de
todas las técnicas de yoga aprendidas para lograr relajarse.
Después de casi treinta minutos logró casi recuperar su
estado normal. Caminó hasta el
parqueadero tratando de entender por qué su cuerpo había reaccionado de esa
forma tan carnal a un simple recuerdo de una voz sin siquiera conocer a su
dueña y si a eso le sumaba todos los sentimientos que había despertado Sasha en
él horas antes, estaba empezando a pensar que no había sido tan buena idea esta
de tratar de olvidarse de su SEÑORA BONITA dando tutorías.
¿Cómo mi vida se había
complicado tanto en menos de una semana?
Yo que siempre mantuve mis sentimientos bien guardados y controlados,
que siempre he tenido a cuanta hembra he querido; llega una mujer prácticamente
desconocida y en cinco días pone de cabeza toda mi existencia, no puedo seguir
así.
¡Reacciona Juanda no
seas tan imbécil!
Llegó a su departamento, por suerte no se encontró con Sergio
no tenía ánimos para dar explicaciones.
Se duchó, se puso algo cómodo, se
sentó frente al televisor y se puso a ver el partido de la Champions League que
transmitía Fox Sport con su cerveza en mano.
Aunque trató de concentrar su atención en el partido no lo consiguió y
terminó pensando en que el sábado conocería a la dueña de aquella voz tan sexy en
el concierto del segundo parcial del Conservatorio de Música, trabajaría duro
con Sasha estos dos días para cumplir lo que le había dicho a su madre y así
causarle una muy buena primera impresión.
Se levantó, apagó el televisor y se fue a su habitación; se
tiró en la cama, puso sus manos detrás de la cabeza y se quedó mirando al
techo.
Mañana será un nuevo
día…
Y se quedó dormido.
Esto no puede ser, debo
estar soñando o me estoy volviendo loca!!!!
Beatriz cerró los ojos automáticamente para que su mente dejara de
jugarle bromas, pero entonces el contacto de una mano grande y fuerte acunando
su rostro le demostró que no era una visión, él estaba ahí frente a ella.
Aunque el temor estaba apoderándose de ella, tomó fuerzas y
decidió abrir lentamente los ojos. Lo
primero que vió fue su boca, esa boca que había despertado tantas sensaciones
tan desconocidas por ella, esa boca que la había matado y resucitado en
segundos tantas veces. No podía creerlo
era como estar en un sueño, el sueño que tanto había deseado que se hiciera
realidad.
Subió su mirada hasta
llegar a sus ojos, se perdió en el negro profundo de ellos, realmente estaba
aquí y la estaba acariciando. Quería
decirle tantas cosas pero no recordaba cómo hablar, solo esperaba que él
pudiera entender todo lo que sentía a través de su mirada.
Se quedaron mirando por un largo tiempo, él solo sostenía el
rostro de ella con la mano derecha y esta simple caricia llenaba el corazón de
Beatriz. La distancia fue disminuyendo
entre ellos, hasta que ella pudo sentir su aliento sobre su rostro, todo pasaba
en cámara lenta, lo único que ella deseaba era volver a sentir sus labios y
como si él pudiera leer su mente, dibujó esa sonrisa que la desarmaba, la tomó por
la cintura para sentir como ella temblaba ante su tacto mientras deslizaba la
otra mano hacia su nuca y poseyó su boca de una forma frenética, hasta cierto
punto desenfrenada.
A Beatriz la cabeza le daba vueltas, las emociones no la
dejaban pensar, pero ese beso era muy diferente a los que había compartido con
Big, este era posesivo, totalmente carnal y hasta cierto punto animal, tanto
que empezaba a hacerle daño.
Puso sus manos sobre sus pectorales y trató de separarse de
él un poco, pero la mano de él en su nuca se lo impedía y por el contrario la
apretaba más fuerte contra su cuerpo, el momento había pasado de ser sublime y
romántico a un forcejeo desesperado por parte de Beatriz para soltarse del
agarre de Esteban, pero él no le daba tregua, al contrario introdujo su lengua
en la boca de ella y la invadió totalmente, en la desesperación ella se la
mordió.
- ¡Mierda! ¿Estás loca? ¡Perra!.... – Gritó Esteban mientras empujaba a Beatriz lejos de él y se tocaba la boca sintiendo el sabor ferroso de su sangre
La espalda de Beatriz pegó contra la pared provocando un
sonido seco, pero no le dolió tanto como su corazón; no podía creer lo que
había pasado minutos antes y tampoco lo que había escuchado salir de la boca de
Big. Él nunca había sido tosco ni rudo
con ella, ni siquiera en la intimidad, peor aún la había insultado en los
catorce años de vida matrimonial que habían compartido.
Entonces todo en su mente empezó a ordenarse, ella había
enterrado a Big, ella había llorado a Big; casi se vuelve loca al no tenerlo a
su lado y ahora aparecía de la nada frente a ella, como si todo siguiera igual. La felicidad empezó a dar paso a la
incertidumbre dentro de su ser.
- ¿Por qué? – fue lo único que logró que saliera de sus labios, antes de que un inmenso nudo se apoderara de su garganta y las lágrimas empezaran a escapar de sus ojos.
- ¿Por qué, qué? – increpó Esteban con la mandíbula apretada mientras se acercaba a ella como un depredador a punto de cazar a su presa, con la intención de arrinconarla.
Beatriz se dio cuenta y por milésimas de segundos logró
escabullirse de las intenciones de Esteban y empezó a correr con dirección a su
edificio, no paró hasta que alcanzó a ver la puerta de ingreso a lo lejos,
entonces empezó a aminorar el paso hasta que llegó caminando hasta la garita
del guardia de la portería. En ese
momento le asaltó una pregunta – ¿Y si
Esteban la había seguido hasta ahí, y si se le ocurría aparecer en el departamento,
qué les diría a sus hijos?
Regresó a ver aterrada a la dirección por donde había llegado
pero la calle estaba desierta.
Trató de tranquilizarse mientras subía en el ascensor hasta
el departamento, entró y fue a despertar a sus hijos. Hoy era “Miércoles de pancakes” pero no
estaba de ánimo para hacerlos así que puso encima del desayunador dos platos
hondos con sus respectivas cucharas, sacó la leche de la nevera y el cereal de
la alacena y se fue a darse un baño, muy confundida.
Cuando Sasha y Alex salieron listos para irse al colegio y en
lugar de encontrarse con su madre lo hicieron con los platos y el cereal,
supieron que era uno de esos días en que su mami no se encontraba muy
bien. Desayunaron, dejaron todo lavado y
recogido y salieron a esperar a Braulio, su transporte contratado, para que los
lleve al colegio.
***
Esteban Villarreal |
Esteban miró como Beatriz corría como alma que lleva el
diablo y se alejaba de él sin mirar atrás.
Le encantaba esa mujer, sentirla entre sus brazos le había hecho
recordar porque regresó al Ecuador desde su autoexilio en una isla paradisíaca del Caribe. A pesar de poder tener a
cuanta mujer quisiera, su mente y su cuerpo se habían obsesionado con Beatriz y
eso lo estaba volviendo loco.
Pero ahora él ya no podía seguir fingiendo ser el esposo
comprensivo y cariñoso que ella había conocido hasta meses antes, su deseo por
ella era salvaje, era animal y necesitaba saciarlo a como diera lugar.
Ella era suya y aunque él no la había marcado
como a su mercancía, ella le pertenecía;
se había asegurado de ser el primer hombre en su vida y de que solo
conociera sus caricias, la había moldeado a él, la había amaestrado para su
deleite y satisfacción. Beatriz era solo
suya y siempre sería así, solo la muerte podría apartarla de él.
Caminó hacia el auto que estaba parqueado en la esquina, donde lo
esperaba Brutus su mano derecha, una mole de piel tan oscura como la noche, con
los brazos llenos de tatuajes y un inmenso cristal simulando un diamante en la
oreja izquierda, su mirada intimidaba hasta a los clientes más valientes. Esteban se subió al asiento del copiloto.
- Arranca Brutus – ladró Esteban
- ¿La seguimos jefe? – pregunto el grandulón mientras el carro empezaba a caminar.
- No, ya sé a dónde va. Vamos de regreso a la casona.
El auto tomó la vía rápida y se encaminaron al valle, ahí era
donde Esteban tenía el pilar principal de su negocio, una casa de subastas para sus
más exclusivos clientes. Mientras llegaban a la casona Esteban pensaba cuál sería su
siguiente movimiento, y una risa siniestra se dibujó en su rostro.
Eres mía Beatriz, solo
mía y no puedes escapar de mí. Si
quieres jugar al gato y al ratón pues bien, así lo haremos.
De todas maneras siempre el gato termina comiéndose
al ratón.
***
Beatriz entró al baño se empezó a desvestir y no pudo más. Se
sentó en el filo de la bañera semidesnuda, su cabeza estaba trabajando a mil
por hora; no estaba segura de si lo que había vivido minutos antes fue real o
todo era producto de su imaginación – Acaso
me estoy volviendo loca????
Tenía miedo de recordar todo el infierno que había vivido
meses antes con la muerte de Esteban, pero debía hacerlo, tenía que aclarar su
mente, sino esta vez sí terminaría en un manicomio.
Terminó de desvestirse, prendió la radio y se metió bajo el
agua con determinación, y empezó a recordar; el socio de Esteban había sido
quien se encargó de todos los trámites de la morgue y los servicios exequiales, nunca había visto
su cuerpo, no había querido verlo. Nadie
lo había visto, les dijeron que estaba desfigurado y que era mejor dejar el ataúd cerrado, a pesar de las
súplicas de su suegra de ver por última vez a su hijo. En ese instante escuchó la voz de Alejandra Guzmán en la
radio cantando Mi peor error.
¿Eso había
sido Esteban en su vida? ¿Lo había amado con todas sus fuerzas y él no?
Sintió como se formaba una opresión en su pecho, era como si
alguien se lo estuviera aplastando contra la espalda y esta sensación empezó a
subir por su cuello. Cada vez le
resultaba más difícil respirar, la habitación empezó a darle vueltas y en ese
momento supo que un ataque de pánico estaba empezando a dominarla. Cayó de rodillas en el piso de la ducha
mientras trataba de respirar, pero las imágenes del funeral se mezclaban en su
cabeza junto con el recuerdo de lo vivido horas antes. Las lágrimas brotaban de sus ojos sin parar y
por más que intentaba respirar profundamente por la nariz no lo conseguía,
sentía que en cualquier momento iba a perder el conocimiento.
¿Cómo Big pudo hacerme
esto? ¿Por qué no confió en mí? ¿Por qué me expuso a este calvario?¿Por qué
hizo esto, en qué podía estar metido que fuera tan grave como para fingir su
muerte?
Con esa última pregunta, sintió un dolor tan desgarrador que
de su garganta salió un grito desesperado y con él la incertidumbre salió despavorida
de su mente y en su lugar empezó a aparecer una chispa de rabia y rencor hacia
el hombre que una vez había despertado en ella los más puros y hermosos
sentimientos.
Empezó a tranquilizarse, se limpió la cara de las lágrimas,
limpió su nariz, terminó de bañarse y salió decidida a encontrar las respuestas
a sus preguntas. Se arregló y salió a la
oficina, si antes su vida giraba alrededor de Esteban ya no más, ella había
empezado a construir una nueva vida sin él y lo iba a seguir haciendo.
Cuando llegó a la oficina, esta ya estaba abierta y en su
escritorio se encontró con una muchacha rubia muy hermosa y con cuerpo de
modelo.
Solo esto me faltaba,
quedarme sin trabajo!!!!
Se acercó con cautela a la usurpadora de su puesto y la
saludó.
- Buenos días – dijo Beatriz sin quitarle los ojos de encima
- Buenos días, en qué puedo ayudarla? – contestó la rubia con una sonrisa en los labios.
- Soy Beatriz Vinueza y trabajo aquí – o trabajaba no lo sé – esto último lo pensó mientra se apresuró a informar a la modelo.
- Mucho gusto Sra. Vinueza, yo soy Sharon. Don Rafael la está esperando en su oficina, dijo que apenas llegue vaya directamente a hablar con él – le estiró la mano en señal de saludo.
- Beatriz se la apretó por cortesía, pero estaba casi segura que desde ese momento pasaría a ser parte de la lista de desempleados – Gracias.
Todo es mi culpa, ayer me tomé toda la tarde para comer con Mario. No, es culpa de Mario… - pensaba mientras caminaba hasta la
oficina de su jefe.
Su corazón latía más fuerte que un bombo en desfile cívico,
tocó la puerta y esperó a escuchar que Rafael la dejara pasar.
- Permiso don Rafael, buenos días. ¿Usted quería hablar conmigo? – entró Beatriz muy nerviosa y sin poder ver a los ojos a su jefe, si lo hacía sentía que iba a llorar de seguro.
- Si Beatriz, buenos días. Pasa toma asiento – Rafael la saludó, mientras le indicaba la misma silla que días antes había ocupado cuando le ofrecieron un ascenso.
- Gracias – Los labios de Beatriz se estiraron en una especie de sonrisa, por la ironía del momento.
- Me imagino que ya conociste a Sharon, ella será nuestra nueva recepcionista – él la miraba estudiando cada una de sus reacciones.
- Si, ya la conocí – se quedó callada pero sabía que si no hablaba ahora después sería muy tarde – Don Rafael siento haberme tomado la tarde de ayer, sé que ha sido un abuso de confianza de mi parte después de la responsabilidad que usted me ha dado. Pero realmente deseo seguir trabajando con usted. Le aseguro que no se va a volver a repetir.
- ¿Hija, de qué me estás hablando? – le preguntó Rafael un poco consternado por el pequeño discurso de Beatriz, pero al ver sus ojos lo entendió todo – No, Beatriz no te estoy echando, sino por el contrario soy consciente de todo lo que conlleva realizar este proceso y sé que no podrás con eso y la recepción.
- ¿Entonces? – fue lo único que pudo decir Beatriz mientras respiraba aliviada
- Pues por el momento te hemos adecuado un pequeño escritorio en el cuarto de archivo, sé que no es muy cómodo pero será solo provisional hasta que llegue tu módulo, compartirás la oficina con Carlos, espero no te moleste – Rafael la miraba con una chispa de diversión en sus ojos, nunca pensó que ella se imaginara que la iba a despedir.
- Eso quiere decir que…. – toda la cara de Beatriz se iluminó y una amplia sonrisa se dibujó en sus labios.
- Que desde hoy eres oficialmente una asesora de selección – Rafael se apresuró a completar la frase, se sentía muy orgulloso de ella y sabía que esta era una excelente decisión tanto para la empresa como para su colaboradora.
- No sé que decir Don Rafael, me he quedado sin palabras
- Gracias, estaría bien - dijo Rafael mientras le sonreía enseñando toda su dentadura – lo único que te voy a pedir es que asesores a Sharon hasta que ella coja el ritmo de trabajo.
- Por supuesto, no faltaba más. Cuente con eso. – Beatriz no cabía de la felicidad, esto era un gran paso para ella.
- Bueno, vamos a conocer tu nueva oficina provisional – Rafael se levantó y le dio pasó a Beatriz para salir de su oficina.
- Cuando estuvieron cerca, Beatriz tuvo un impulso de gratitud y le dio un abrazo a Rafael, a quien le tomó desprevenido esta muestra de afecto – Muchas gracias, haré todo para no defraudarle don Rafael.
Mientras salían de la
oficina de Rafael, Sharon los alcanzó a ver.
- Sra. Vinueza – se apresuró a decir
- Dime Beatriz por favor – contestó Beatriz
- Beatriz, esto acaba de llegar para ti – Sharon tomaba el hermoso arreglo floral de liliums blancas que acababa de entregarle un mensajero.
- Muchas gracias Sharon – Beatriz las tomó, realmente eran hermosas. Buscó alguna tarjeta que le dijera quién se las había enviado pero otra vez no encontró nada. - ¿Quién las trajo? – preguntó.
- Un mensajero, ¿Por qué, no tiene tarjeta de dedicatoria? – se interesó Sharon
- No, no la tiene – contestó Beatriz en un susurro, mientras fruncía la frente y el corazón se le encojía.
- Tal vez tienes un admirador secreto – se apresuró a comentar Rafael.
- Si, tal vez – esta situación realmente la estaba incomodando.