lunes, 7 de abril de 2014

Capítulo 16: Solamente pienso en ti

Respiró profundo y totalmente resuelta salió de su oficina hacia la sala de juntas.  Al llegar y con la mano en el pomo de la puerta volvió a respirar llenando sus pulmones y soltando lentamente el aire.  Sabía que al cruzar esa puerta se desataría el Armagedón y el más afectado sería su corazón o los restos que quedaban de este, pero estaba resuelta a hacerlo de una vez.





Al mal paso darle prisa. – Se dijo y entró a la gran sala.



Esteban se encontraba parado viendo al colosal Volcán Pichincha por la ventana.  Sentía que su paciencia se empezaba a agotar cuando escuchó que la puerta se abría, al darse la vuelta se encontró con dos esmeraldas que se clavaban en su mirada y sentía que le tocaban el alma.  Pero la actitud de Beatriz, tan altiva y segura, no le gustaba para nada.



  • Toma asiento Esteban, por favor – rompió el silencio mientras le señalaba una de las sillas que se encontraba alrededor de la hermosa mesa de vidrio y cromo – ¿o cómo debo llamarte?


  • Bi, princesa no sabes cuánto te he extrañado….  – empezó a hablar él mientras se acercaba a ella para abrazarla, ignorando su pregunta.


  • ¡Detente ahí! – le dijo mientras levantaba la mano con la palma hacia él como si fuera un oficial de tránsito y daba un paso hacia atrás alejándose de él – Tienes muchas cosas que explicar.


  • ¿Y no puedes darme un besito antes? – preguntó Esteban con ese tono tan seductor que tanto había amado Beatriz hasta hace unos meses.


  • ¡Sí que eres Conchudo! ¿Realmente crees que puedes aparecer así, como si nada hubiera pasado y que todo seguirá cómo lo dejaste? ¿Tienes idea de lo que hemos pasado tus hijos y yo?.....  Creí……. Que estabas muerto – las últimas palabras salieron de la boca de Beatriz casi como un susurro al recordar todo lo que había sufrido estos últimos 6 meses.


  • Pero no lo estoy  - hablaba mientras se sentaba en la silla que le había ofrecido minutos antes  Bi – aquí me tienes, vivito y coleando – sonreía con un aire de autosuficiencia y superioridad que Beatriz detestó – y enterito para ti – le guiñó el ojo y se apoyó en el espaldar de la silla hinchando el pecho mientras cruzaba la pierna y ponía sus manos entrelazadas detrás de su cabeza.



Verlo tan fresco y tan despreocupado, hizo que la sangre de Beatriz hirviera dentro de ella y sintió que la cara le ardía de tanta rabia que sentía al ver la poca importancia que él le daba a toda la pesadilla que había vivido.  Esteban se dio cuenta como los ojos de su diosa latina empezaban a lanzar chispas, sabía que debía mover sus piezas muy bien para conseguir lo que había venido a buscar.




  • Sé que lo que hice no estuvo bien, pero te juro que no tenía otra salida – empezó a explicarle con un tono suave y seductor – pero por más que quise alejarme de ti no lo he conseguido.  El único motivo por el que he regresado a este país es por ti. – hablaba mientras miraba como Beatriz se sentaba al frente y él acercaba su cuerpo hacia la mesa tratando de tomar su mano.


  • No entiendo – dijo ella mientras retiraba la mano de la mesa, evitando que su esposo o ex esposo la tocara – explícame ¿cómo es eso de que no tenías otra salida? ¿Qué hiciste? ¿En qué te metiste Esteban?


  • Es complicado princesa, pero te prometo que te contaré todo a su debido tiempo. – le respondió evadiendo otra vez las preguntas que ella le realizaba.


  • ¡No! Quiero respuestas ahora, quiero toda la verdad…… Me la merezco – reclamó a punto de gritar – Me engañaste, Esteban.  Me siento burlada, estúpida y sobre todo traicionada.  Tú eras todo para mí, eras mi mundo, mi universo;  yo miraba por tus ojos.  Casi me vuelvo loca cuando te perdí y tú llegas hoy tan campante, como si fueras la última coca cola del desierto y quieres que yo te reciba con los brazos abiertos.  Dime ¿qué hago con los recuerdos de estos últimos seis meses? ¿Cómo les explico a nuestros hijos que su papá no está muerto?


  • Ellos no tiene por qué saberlo, princesa.  Yo regresé por ti, nadie puede saber que estoy vivo – decía estas palabras viendo a Beatriz directamente a los ojos.


  • ¿Qué? ¿Te estás escuchando? – Beatriz no podía creer las palabras que salían de la boca de Esteban, realmente no reconocía al hombre que tenía frente a ella, ese no era ni la décima parte del hombre con el que ella había compartido los catorce años más maravillosos de su vida – Estás hablando de tus hijos.


  • Ya te he dicho que yo vine por ti, por nadie más – le repitió Esteban, esta vez con un tono más agresivo y autoritario que ha Beatriz la dejó con la boca abierta.


  • Pues lo siento Esteban, pero con cada palabra que escucho de tu boca me convenzo más que mi esposo murió hace un poco más de seis meses y que el hombre que hoy tengo frente a mí no lo conozco ni un poquito así – y con sus dedos índice y pulgar mostraba un espacio casi imperceptible entre ellos.


  • ¿Qué quieres decir? – los ojos de Esteban se volvieron dos rayas negras de tanto que el los cerraba como si quisiera ver dentro de la cabeza de Beatriz y leer sus pensamientos.


  • Creo que estoy siendo muy clara – sabía que lo que iba a decir a continuación marcaría la diferencia en su vida, sería el final y el inicio de dos etapas que siempre estarían separadas por un abismo de seis meses – El hombre de mi vida, mi esposo, murió y yo  lo lloré, lo cremé y me despedí de él frente al mar. Desde ese día me convertí en la viuda de Villarreal y lo seguiré siendo, en mi vida ya no hay cabida para otro hombre y tú no te pareces en nada al hombre que amé por catorce años.


  • ¿No tienes cabida para otro hombre? – Esteban siseaba las palabras y apretaba la mandíbula del coraje que sentía – ¡Pero sales a encontrarte con ese viejo decrépito!


  • Mario no es un viejo decrépito y es un cliente de la empresa – se apresuró a contestar Beatriz.


  • ¡Un cliente! – la risa de Esteban resonó en la sala – A un cliente no le aceptas regalos tan caros como aquellas cosas  que llevas puesta.  Si es eso lo que te gusta te aseguro que yo puedo darte todas las joyas que quieras y cumplir todos los caprichos que desees – la ira estaba cegando la mente de Esteban y empezaba a hablar sin pensar – tengo mucho más dinero del que puedas imaginarte, ya te dejé una buena cantidad en las pólizas, pero si no es suficiente solo dime cuánto quieres para volver conmigo y asunto resuelto.


  • ¡Eres un cabrón hijo de puta! – Las palabras empezaron a salir de la boca de Beatriz llenas de un odio que nunca antes había experimentado – yo soy una señora, no una vil prostituta a la que puedes comprar. Se nota que no me conoces, que nunca me conociste – se levantó de la silla y se dirigió a la puerta – y si eso es lo que piensas de mí, pues no tenemos nada más que hablar.

  • Hay la muy decente.  Te prohíbo que vuelvas a salir con ese hombre, ni siquiera hables con él – decía al tiempo que también se ponía de pie.


  • Ja ja ja  - Beatriz se rio echando la cabeza hacia atrás desafiando a Esteban – te  recuerdo que soy una mujer libre y tú ya no tienes ningún poder sobre mí.  Mi esposo, Esteban Villarreal está muerto.  Por lo tanto puedo  hacer con mi vida lo que se me venga en gana y tú no tienes ni voz ni voto.  -  tomó el pomo de la puerta – Ahora sal de aquí y no vuelvas nunca más que no quiero volver a ver tu cara.


  • Esteban estaba transformado, esa reacción de rebeldía de Beatriz y sus palabras, lo habían descontrolado.  Se acercó a Beatriz y le tomó   la quijada con su gran mano, mientras su dedos aplastaban las mejillas de ella haciéndole daño – Tú eres mía, siempre serás mía. – Mientras acercaba su boca a la de ella y le besaba bruscamente obligándola a abrir los labios al aumentar la fuerza de su agarre,  para dar paso a su lengua y devorar su boca, después mordió su labio inferior casi hasta sentir como sus dientes rasgaban la suave piel de este.  Aunque Beatriz trataba de separarse de él, su agarre era tan fuerte que el simple forcejeo la lastimaba aún más. Como despedida soltó su labio y pasó su lengua desde su mandíbula hasta la  cien susurrándole al oído – Quise hacerlo por las buenas, pero no me dejas más opciones.  Me perteneces, nunca lo olvides.


  • Abrió la puerta y salió tan tranquilo como había entrado. Pasó frente a Sharon – Hasta luego preciosa, muchas gracias por todo – le habló mientras le guiñaba un ojo y seguía de largo hasta salir de la oficina.






Beatriz sintió que con esa última acción de Esteban lo poco que quedaba de su corazón se desgajó y si en él guardaba algún pequeño sentimiento hacia el hombre que acababa de salir éste se desintegró junto con él. En su lugar empezó a crecer un pequeño corazón vacío, que ella debía llenar de nuevos sentimientos hacia aquellas personas para las que ella realmente era importante.  No volvería a arriesgar su nuevo corazón, nunca nadie más volvería a herirla como Esteban lo acababa de hacer. 


Las lágrimas empezaron a salir sin ella darse cuenta y bañaron su rostro, su cuerpo no le respondía, seguía parada junto a la puerta de la sala de reuniones y las últimas palabras de Esteban resonaban en su cabeza - Quise hacerlo por las buenas, pero no me dejas más opciones.- ¿Qué había querido decir Esteban con eso? ¿Qué estaba dispuesto a hacer para obligarla a volver con él?


Poco a poco sintió como era consciente de su cuerpo y cómo este empezaba a obedecer sus órdenes, lentamente caminó hacia su oficina mientras sentía que todo lo que había pasado era como un mal sueño, una pesadilla… una amarga pesadilla.


 Se sentó en el sillón y puso los codos sobre el escritorio mientras sostenía su cabeza entre sus manos, entonces toda la conversación con Esteban empezó a pasar como flashes en su mente y cuando recordó la sensación de humedad de la lengua de éste en su rostro, sintió como su estómago protestaba y empezaba a tener arcadas, del asco que esto le provocó.  Alcanzó a llegar al baño con las justas, mientras devolvía todo el estómago y las lágrimas salían por inercia de sus ojos.  Terminó sentada en el piso del baño con la cara entre sus rodillas y llorando a todo pulmón.  Cada vez que su mente recordaba lo que Esteban había hecho volvían las arcadas, hasta que no tuvo nada que devolver.  En un momento de rabia se levantó y empezó a lavar su cara de forma frenética, como si de esta forma pudiera borrar el recuerdo de lo sucedido de su mente.


No sabía cuánto tiempo había pasado pero sentía que no solo su estómago estaba vacío sino también sus ojos, ya no tenía ni una gota más para derramar.  Se miró en el espejo y realmente estaba echa un desastre, no podía permitir que nadie la viera en ese estado.  Salió del baño cuidando de no toparse con nadie y se fue a encerrar en su oficina, en la cabeza todavía le daba vueltas la conversación con Esteban.  Trató de ponerse a trabajar pero le era imposible, no podía concentrarse.  De pronto entendió las palabras de Esteban, él iba a hacer cualquier cosa para obligarla a volver con él, y ¿cuál era su talón de Aquiles?...



¡Mis hijos!  No, no sería capaz de algo tan bajo. ¿O sí?



Esa idea le quitaba el aliento, sus hijos era lo más grande que tenía.  Sin pensarlo dos veces tomó el teléfono y marcó a la extensión de Don Rafael, pero no contestaba nadie.  Así que cogió su celular y lo llamó, apenas timbró y su jefe contestó.


  • Aló, Beatriz.


  • Buenas tardes Don Rafael, perdone que lo moleste – se apresuró a disculparse.


  • No te preocupes. ¿Qué ocurre? ¿Pasó algo con el proceso? – preguntó preocupado.


  • No, nada de eso.  – Contestó – Pero necesito pedirle un favor.


  • Claro, si está dentro de mis posibilidades.  Dime ¿qué necesitas?


  • Sé que apenas me ha promovido, pero si no fuera algo realmente urgente no lo solicitaría – no sabía cómo hacer esto.


  • Vamos hija dime lo que necesitas, que me estás empezando a asustar.


  • ¿Será que me puedo tomar el resto de la tarde? Tengo un asunto personal que resolver de forma urgente.


  • Ya son las cuatro y media, no hay problema – se apresuró a decir, mientras miraba su reloj de pulsera – si puedo ayudar en algo no dudes en hacérmelo saber, por favor Beatriz.


  • Muchas gracias Don Rafael, lo tendré en cuenta.  Entonces hasta mañana.


  • Hasta mañana hija.




Apagó la computadora, se arregló un poco el rostro y tomó su bolso,  mirando la hora en su iPhone pensó - son las cinco menos cuarto, a esta hora me demoro unos quince a veinte minutos máximo  en llegar allá.  Espero alcanzar y no llegar tarde. – Salió de su oficina y se dirigió hacia el ascensor.


Cuando estuvo en la calle, tomó un taxi y le indicó:


  • Al Conservatorio Nacional de Música, por favor – debía asegurarse que sus hijos estaban bien y empezaría por Sasha.




Cuando llegó al Conservatorio eran las cinco en punto, se acercó hasta la Secretaría del establecimiento para saber en qué salón eran las tutorías de su hija.  Una vez que le indicaron dónde quedaba el aula caminó hacia allá con paso presuroso.







***

Juan Daniel vio salir a Sasha del salón y decidió quedarse un poco más tocando el piano, era algo que realmente lo relajaba.


Estaba perdido entre la suave melodía del piano, cuando su mente fue invadida por el recuerdo de su Señora Bonita, como el mismo la había bautizado.


Llevado por su recuerdo y por los sentimientos que éste despertaba en él empezó a cantar y acompañar su voz con los acordes del piano.  La canción expresaba exactamente cómo se sentía y al cerrar los ojos la única imagen que podía ver era a Beatriz dormida en su cama.



Que no daría por volver a verla, por ver otra vez esos hermosos ojos verdes.  Por tenerla frente a mí y decirle que quiero quitar toda esa tristeza de ellos.- Pensaba con los ojos cerrados.




Beatriz caminaba deprisa  para poder alcanzar a su hija antes de que ella terminara su tutoría.  A medida que se acercaba podía escuchar una voz totalmente hipnotisante cantando una canción llena de amor, automáticamente sintió un sentimiento de paz y tranquilidad invadir su cuerpo.  Empezó a caminar cada vez más despacio.  A medida que se acercaba a aquella hermosa voz, se sentía como un marinero siendo hechizado por el canto de una sirena, en este caso un sireno.


Cuando llegó al salón que le habían indicado, la puerta estaba entreabierta y ella ni corta ni perezosa, se deslizó al interior del salón.  Se encontró con la imagen más hermosa que hubiera visto en su vida.  Un hombre de tez morena, estaba sentado ante el piano con los ojos cerrados mientras sus dedos arrancaban de éste maravillosos acordes que se acoplaban a la perfección con la hermosa voz que salía de su garganta.  Se quedó embelesada viendo a tan increíble ser, sus ojos cerrados dejaban ver unas increíbles pestañas largas y rizadas, sus labios carnosos se movían de forma sugerente mientras cantaba.  Su torso subía y bajaba al ritmo de su respiración dejando ver lo perfectamente formado que estaba, cada músculo de sus brazos se definía con los movimientos de sus manos al tocar el piano.  Por un segundo imaginó a ese cuerpo entre sus brazos y esa boca regalándole un dulce beso.  Realmente estaba siendo hipnotizada por la melodía que escuchaba y deseaba que ella fuera la mujer a quien él le estaba cantando aquella canción, derramando toda su alma en la interpretación.



Al terminar de cantar Juan Daniel abrió los ojos, topándose con la mirada que tantas noches le había robado el sueño.  Volvió a cerrar los ojos pensando que eran tan grandes las ganas de volverla a ver que su mente le estaba jugando una mala pasada.  Después de unos segundos volvió a abrirlos lentamente, pero su alucinación seguía parada a lado de la puerta y  lo miraba con sus hermosos ojos abiertos y llenos de admiración.


Se quedaron por varios minutos viéndose desde los extremos del salón donde estaban ubicados, el ambiente se volvió denso y una especie de bruma invisible los rodeo haciendo que sintieran como si el mundo se detuviera solo para ellos dos y todo lo demás desapareciera.


De repente Beatriz recordó para qué había entrado en el salón, así que salió de su estado de enajenación y empezó a acercarse a Juanda.   Él no podía creer que ella estuviera aquí y empezó a sentir como si toda una colonia de hormigas caminara por su cuerpo al ver que ella se estaba acercando.



  • Buenas tardes, no era mi intensión molestarlo – dijo Beatriz avergonzada por haber sido descubierta observándolo.


  • No se preocupe, no me ha molestado para nada – contestó Juanda, sintiéndose en el cielo al escuchar la voz de Beatriz.


  • Estoy buscando a mi hija, pero creo que he llegado tarde – no podía sostenerle la mirada, sentía que esos hermosos ojos color chocolate la intimidaban.


  • ¿Su hija? – se extrañó él.


  • Si, Sasha Villarreal – me dijeron que aquí estaba recibiendo sus tutorías.


  • - Juan Daniel, sintió que el corazón le dio un vuelco, no podía creer que su alumna era la hija de la mujer que estaba volviéndolo loco – Bueno sí, yo soy su tutor Juan Daniel Alcázar, mucho gusto – se apresuró a acercarse a ella mientras le estiraba la mano.


  • Beatriz…– también estiraba su mano para saludar al guapo tutor de su hija.


  • Vinueza – completó el nombre mientras sentía que todos los vellos de su cuerpo se erizaban al sentir el tacto de Beatriz en su mano – es un placer.


  • Mucho gusto  - contestó Beatriz – al tiempo que sentía la tibieza de la piel de Juanda en su mano y esta le enviaba una mezcla de calor y paz al centro de su ser, sentía que esta sensación estaba llenando por completo su nuevo corazón.



Ninguno de los dos quería soltar la mano del otro, la sensación que los embargaba era tan placentera que deseaban quedarse así para siempre, pero eso no podía ser posible así que lentamente fueron separando sus manos sin dejar de mirarse a los ojos.



  • Hemos terminado un poco antes la tutoría, por eso no la ha encontrado – se justificó.


  • ¿Cómo sabía mi apellido? – preguntó Beatriz, para después darse cuenta que lo había dicho en voz alta.


  • Bueno Beatriz, no sé si usted me recuerda pero nosotros ya nos conocíamos – contestó Juanda con una sonrisa muy sexy  - me encantaría recordarle en dónde pero para eso deberá aceptarme un café.


  • - Beatriz no comprendía nada - ¿Cómo? – eso era imposible, ella nunca olvidaba un rostro – me encantaría saber si eso es verdad, pero tendrá que ser para otra ocasión, en este momento necesito resolver algunos asuntos personales – fue la respuesta de Beatriz.


  • Cuando guste.


  • Debo irme, ha sido un placer conocerlo profesor Alcázar – decía Beatriz a la vez que daba un paso hacia la puerta y se regresaba sobre el mismo para despedirse del profesor, enredándose con sus propios pies y terminando contra el duro pecho de Juan Daniel.


  • El placer ha sido todo mío – contestó él, mientras reaccionaba al ver que Beatriz perdía el equilibrio y la tomaba por la cintura, quedando tan cerca que podía percibir su aroma.





Los dos se quedaron perdidos en la mirada del otro y como si fueran polos opuestos, la atracción iba atrayéndolos hasta que sus bocas quedaran a pocos para unirse en un beso.